Severus se empeñó en estar levantado y arreglado antes de que los demás despertaran puesto que no quería responder preguntas indiscretas, como por qué estaba prácticamente envolviendo a Harry. Una vez vestido, dispuso la tetera en el fuego para hervir agua, despertando con el sonido a los demás, que empezaron a prepararse para el día que se avecinaba. Aún era temprano, no entraba luz a través de la delgada obertura de la ventana, y el cielo invernal aún tardaría en iluminarse varias horas. Pero Severus no dudaba que los demás ocupantes del castillo ya estaban levantados y preparándose para la batalla.
Hizo té para todos mientras los demás se vestían, y cuando Harry vino a por su taza, se dio cuenta de la mirada lejana que asomaba a sus ojos.
– ¿Estás bien, Harry? –inquirió, preguntándose qué estaría pensando el chico. Su comentario llamó la atención tanto de Lupin como de Black, aunque ninguno de los dos intervino en la conversación. Harry frunció el ceño, pero asintió.
–Sí –les aseguró– Es sólo que he tenido un sueño muy extraño.
Recordando las pesadillas que el chico solía tener, Severus no pudo evitar sentir miedo. Harry era conocido por sus "sueños" acerca de Voldemort. Como el Señor Oscuro tuviese la menor noticia de lo que se iba a llevar a cabo en aquel lugar, a día de hoy, Severus no pensaba permitir que Harry fuese a la batalla. Hubiese sido demasiado peligroso.
– ¿Sobre la batalla de hoy? –Preguntó– ¿Sobre Voldemort?
–No –Harry sacudió la cabeza con presteza, convencido– No era una visión, sólo un sueño. Y no tenía nada que ver con lo de hoy... no había Dementores o Grendlings. Sólo era... extraño. ¿Sabes cuándo tienes esas imágenes que no te puedes sacar de la cabeza...? –se encogió de hombros, quitándole importancia, pero Severus no estaba dispuesto a dejar el tema todavía.
– ¿Sobre qué trataba?
La mirada de Harry volvió a hacerse distante mientras trataba de recordar las imágenes.
–Yo estaba en una necrópolis –explicó lentamente. Alarmado, Severus recordó la historia de cómo Voldemort había resucitado durante la última prueba del Torneo de los Tres Magos.
– ¿Un cementerio?
Pero de nuevo Harry negó con la cabeza:
–No, una necrópolis... una ciudad llena de los muertos, con una brillante tela de araña en el suelo. Pero eso no era lo raro... lo raro eran los pájaros.
– ¿Pájaros? –Severus dirigió una mirada hacia Lupin, que parecía igual de perplejo ante la descripción de Harry. No era nada similar a las visiones que les había explicado en el pasado, que al menos tenían rasgos reconocibles para ellos y tenían una cierta coherencia. Esto sonaba más a una recopilación de imágenes al azar. Harry asintió.
–Dos –explicó– Creo que eran cuervos. Cada uno estaba en uno de mis hombros. Me susurraban cosas, pero no las recuerdo.
Severus notó que la sangre huía de su rostro al oír aquellas palabras. No confiaba en su propia voz en aquel instante. Por la mirada que le dirigió Lupin, él también había entendido el simbolismo.
– ¿Estás seguro de que eran cuervos, Harry? –preguntó Lupin. Si el chico se dio cuenta de la tirantez presente en la voz del hombre lobo, no dio signo de ello.
–Muy seguro –asintió Harry– Aunque podrían ser cornejas, supongo... no sabría distinguirlas–soltó una risa y miró hacia Sirius, que miraba sin decir nada. Black, obviamente, no había entendido la referencia, pero sí que notaba que había algo que Remus y Severus habían comprendido y él no– Imagínate, estoy soñando con símbolos Ravenclaw –Harry sonrió a su padrino– Aún si fuesen leones y serpientes...
–Eres capaz de soñar con tejones, a continuación –asintió Sirius bromeando– y entonces te tendré que expulsar de Gryffindor –los dos se echaron a reír, y luego Sirius echó una mirada en círculo a todos los presentes– Deberíamos ir ya. Nos deben estar esperando abajo.
Todos asintieron, recogieron sus cosas y se dirigieron a la planta inferior. Sirius y Harry se adelantaron, cosa que dio a Remus y Severus la oportunidad de comentar.
–Dos cuervos –siseó Remus, bastante agitado– Los familiares de Odín, Pensamiento y Memoria. ¡Albus dijo que el Ojo de Odín había sido destruido!
–Lo fue –aseguró Severus, que sabía muy bien lo que los dos cuervos representaban. Se decía que el dios Odín tenía dos cuervos llamados Pensamiento y Memoria que permanecían posados en sus hombros y le susurraban los secretos del mundo al oído– Se revisó todo el campo de batalla, no había ni rastro de él. Y Harry estuvo tres semanas en el hospital tras el incidente... si lo hubiese tenido consigo alguien lo habría visto.
–De todas formas, lo tocó –le dijo Remus– e ignoramos por completo los poderes que tenía, o qué efecto pudo tener sobre él.
–El chico se ha pasado dos días rodeado de imaginería vikinga –Severus sacudió la cabeza– Lo más probable es que su subconsciente le esté supliendo de imágenes de historias que ha oído.
–Estamos hablando de Harry –le recordó Remus– La respuesta evidente rara vez es la correcta.
Una vez abajo, Harry se sentó en uno de los largos bancos del Salón, junto a Sirius, mientras reinaba el pandemónium a su alrededor. Guerreros de todas las Tierras de Invierno se preparaban para la batalla, armándose con espadas y hachas, colocándose armaduras y escudos. Todos traían escobas, de hechura extraña, de mango tan largo y grueso como un poste, y un enorme atado de caña y paja en el extremo. Supuso que debían ser bastante lentas y poco maniobrables.
Severus había desaparecido momentos antes, dirigiéndose a hablar con Alrik tras dar a Sirius y Remus órdenes de quedarse junto a Harry. Ambos hombres le dirigieron una mirada negra al Maestro en Pociones por ordenarles hacer algo que ya habían pensado realizar. Remus, que había tomado su sitio en el banco, se dio cuenta de la mirada curiosa de Harry.
–Son escobas para tropas, no para Quidditch –le explicó el hombre lobo– No están pensadas para grandes velocidades, sino para el transporte, nada más –señaló a un grupo de jóvenes que estaban del otro lado de la sala, cargados todos ellos con arcos a la espalda. A diferencia del resto de grupos, eran más pequeños de tamaño, menos musculosos, y entre ellos Harry pudo ver a numerosas mujeres. Todos llevaban también una escoba de diseño mucho más estilizado y similar al de las escobas de Quidditch a las que Harry estaba acostumbrado– Esas son las que están diseñadas para el ataque aéreo. Son mucho más maniobrables –siguió contando Remus.
– ¿Por qué Alrik no usó escobas cuando me trajo aquí? –preguntó Harry, preguntándose por qué motivo se habían arriesgado vidas en suelo, cuando todo el mundo poseía medios de volar.
–No se puede cruzar el Mar del Norte por el aire –le dijo Remus– Los vientos son demasiado fuertes. Además, por lo que me ha dicho Alrik, es la primera vez en décadas que se sienten a salvo usando escobas fuera de territorio protegido. Los Dementores pueden volar. Cuentan con nosotros para que apartemos a los Dementores de ellos.
Harry se estremeció al recordar, por efecto de aquellas palabras, que si no hubiese sido por la magia de Dumbledore habría muerto en su tercer año, al caer de su escoba durante el ataque de los Dementores durante al partido de Quidditch. En aquellas circunstancias podía comprender que les diese miedo usar las escobas.
Los ladridos de unos perros llamaron su atención y todos se volvieron hacia las puertas abiertas del gran salón. Varios guerreros fuertemente armados entraron rodeados de enormes perros. Había más en el patio, y sus ladridos excitados llegaban a través de las puertas. Las enormes bestias parecían capaces de abatir incluso a los Grendlings, tenían una musculatura poderosa y estaban cubiertos de espeso pelaje negro que recordó a Harry, en cierta manera, a Canuto.
–Los perros de la guerra –exclamó Sirius, aparentemente impresionado– Había oído hablar de ellos, pero es la primera vez que los veo...
– ¿Los perros de la guerra? –Harry deseaba con todas sus fuerzas haber sabido más de su mundo.
–Los crían para la batalla –explicó Sirius– De hecho, Canuto es similar a ellos. Hay quien dice que son la base de leyenda sobre el Grim. Por lo que dicen, una jauría puede derribar incluso a ciertos tipos de dragón –señaló a uno de los guerreros que estaba ajustando un arnés en torno a los pesados cuerpos de los canes– Están entrenados para poder ser elevados en escobas y que los suelten en medio de la batalla.
Un par de perros se acercaron a su mesa, descubriendo los dientes ante cualquiera que se les cruzase en el camino. Remus les echó una simple mirada y ambos canes retrocedieron, como si sintieran al lobo que había en él. Sirius, por lo que Harry veía, estaba intentando no echarse a reír.
Harry se encontró divagando, pensando primero en el extraño sueño que acababa de tener, luego en cosas que habían sucedido el día anterior, y finalmente en su miedo por el futuro. Su mente saltaba de una idea a otra de forma caótica, hasta que se centró en algo que le hizo sonrojarse. Se había despertado varias veces la noche anterior, para encontrarse abrazado fuertemente por Severus. Aparte de algunos abrazos rápidos, nunca había estado tan físicamente próximo a alguien, al menos con el tipo de contacto que durase más de unos segundos. Pero Severus le había aferrado con fuerza, y había podido notar el calor del cuerpo del otro hombre en toda la espalda. El Maestro en Pociones había tenido la cara hundida en su cuello y su aliento le había provocado escalofríos. También había podido notar algo duro e inconfundible; la sensación le había puesto muy nervioso y, a la vez, le había hecho sentir extrañamente excitado.
En sueños, la mano de Severus se había deslizado por su estómago y había aterrizado sobre su cadera, acariciándola de forma firme y suave, y Harry había esperado, conteniendo el aliento, que apareciese una reacción de pánico. Pero no se había parecido en nada a la vez en que Julius le había intentado tocar. Para empezar, la mano de Severus se había quedado en la cadera en vez de buscar otras zonas menos púdicas. Por otro lado... Harry se sonrojó al recordarlo. Se había sentido... bien. No era algo que pensara admitir en voz alta, por supuesto, pero además de sentirse a salvo en brazos de Severus, también había notado cómo algo se agitaba en su interior, algo que le recordó a su breve enamoramiento de Cho Chang. No estaba muy seguro de qué hacer con aquellas emociones.
Severus volvió un rato más tarde, trayendo un bulto que dejó sobre la mesa.
–Regalos de los Señores de las Tierras de Invierno –les dijo, mientras desenvolvía el cuero que los protegía. Sacó de él un brillante brazalete de metal, que colocó sobre el antebrazo derecho de Harry. Sirius agarró el otro brazalete y lo empezó a acomodar en el otro brazo. Harry sólo pudo mirar cómo le colocaban la armadura, sorprendido, con ambos brazos bien sujetos por los dos hombres– Algunas de las mejores armaduras del mundo vienen de las Tierras de Invierno –le informó Severus– Su metal es ligero como el cuero, y detiene casi cualquier tipo de espada o flecha. También rechaza maleficios menores –lanzó una mirada a Sirius, y luego indicó a Harry que se levantara.
Aquella mañana, Harry se había cubierto con la chaqueta y la capa de piel que Severus le había traído, pero ahora el mayor le hizo quitar todo abrigo. Debajo sólo llevaba una camisa de algodón de manga larga, y el aire helado le hizo temblar. Severus le ayudó a ponerse entonces un jubón acolchado, mientras Sirius se ponía de rodillas para empezar a atarle brillantes placas de metal a las piernas, apretando cinchas en torno a las botas.
Severus indicó a Harry que alzara los brazos y le colocó una cota de escamas, dejando que resbalara por sus hombros con un sonido musical cuando sus pequeñas uniones de metal rozaron unas con otras. Harry había esperado encontrarse con un peso enorme, pero le sorprendió descubrir que efectivamente, la armadura era ligera como cuero. La cota fue ajustada con un cinturón de cuero preparado para cargar una espada envainada, aunque no hubiese vaina alguna.
Harry no pudo menos que pensar, asombrado, lo bien que trabajaban Severus y Sirius juntos, colocándole una armadura completa en tiempo record. Al final Severus le puso de nuevo su abrigo en los hombros, abrochándolo adecuadamente antes de dar un paso atrás y mirarle con ojo crítico. Harry se encontró sonrojándose ante el escrutinio de los tres hombres.
–Pareces un joven príncipe –le sonrió Sirius, dándole una palmada en la espalda. Harry notó que su rostro ardía aún más, e involuntariamente miró hacia Severus buscando confirmación de aquellas impulsivas palabras. Una ceja negra se arqueó en un gesto de diversión.
–Sin duda, muy atractivo –dijo Severus a bocajarro, con tono sarcástico. Sin embargo, Harry vio aprobación en sus ojos, y no pudo evitar recordar el calor que se había apretado contra él aquella noche– Lo importante es que la armadura te proteja, no que te quede bien –le informó Severus– Cuando salgamos, tienes que quedarte tras nosotros todo el tiempo. Tendremos que aterrizar para que puedas mover la piedra: no puedes levantar algo tan pesado sin estar firmemente asentado en el suelo. Una vez en tierra seremos vulnerables a los ataques de los Grendlings. Nuestro trabajo principal es rechazar a los Dementores, luego a los Grendlings, ya que habrá un grupo de guerreros rodeándonos para alejar a los Grendlings de nosotros. Tu trabajo, Harry, es mover la piedra lo más rápido posible para tapar el Pozo. Si podemos, obligaremos a los Dementores a regresar al Pozo, pero lo primordial es taparlo. Deja que los demás nos ocupemos de todo el resto, ¿entendido?
Harry asintió, pensando en lo que Severus no decía: que bajo ninguna circunstancia se separase de ellos y arriesgara la vida.
Estaban hablando por encima de tácticas de batalla y formas de combinar Patronus para mantener bajo control a los Dementores, cuando sonó un cuerno y los guerreros reunidos empezaron a salir del comedor. Alrik se aproximó a los cuatro hombres, trayendo con él escobas para ellos que les distribuyó con prontitud. Asintió aprobador ante la armadura que Harry llevaba; luego les dijo que estarían en la formación de la tropa.
Era una mañana fría y ventosa; el cielo empezaba a aclararse cuando salieron. Las mujeres y los niños se habían reunido en el patio para desear a los guerreros buena suerte en la batalla. Poco tiempo después Harry se encontró sobre la incómoda escoba, elevándose junto a los demás. Sirius se puso a su izquierda, Severus a su derecha, mientras que Remus iba a la cabeza. Alrik, Asgeir y numerosos guerreros iban tras ellos. En el aire los Grendlings no eran amenaza, sólo los Dementores. Cuando aterrizaran junto al Pozo, los guerreros rodearían a los cuatro hombres, luchando contra los Grendlings mientras ellos dirigían sus Patronus. Harry sabía que, pese a la estrategia, muchos hombres caerían. Sólo podía rogar para que fuese capaz de cumplir su parte.
La tropa voló a través de las Tierras de Invierno, cada vez más adentro del país, sobre los bosques cubiertos de nieve en los cuales Alrik les había dicho que vivían los Grendlings. Las montañas se erguían sobre ellos, con sus cimas de nieve cegadoramente blanca, pese a la niebla que había comenzado a espesarse entre los picos, amenazando con llegar hasta los valles. De momento, sin embargo, el aire era claro y cortante, y el débil sol invernal brillaba sobre todo el paisaje.
Durante la hora que duraba el viaje, Harry fue lanzando diversos encantamientos caloríficos sobre sí mismo para evitar que se le helaran las manos. Su escoba era bastante menos cómoda que su modelo para Quidditch, que llevaba hechizos amortiguadores de primera categoría, pero supuso que un trasero dolorido sería el menor de sus problemas. La mayor parte del vuelo pasó sin novedades, aunque entre los árboles se podían ver siluetas que perseguían sus sombras huidizas. Los Grendlings se habían percatado del vuelo y los estaban siguiendo a través del bosque. Debían haber percibido que los hombres se dirigían hacia sus terrenos de apareamiento.
El sentimiento de helado desespero llegó muy pronto, congelándoles pese a los hechizos caloríficos, cuando oscuras sombras empezaron a seguirles a través del aire. Los Dementores estaban intentando rodearles, flotando para llevar a cabo un ataque aéreo. Remus y Sirius se desplazaron hacia los flancos, yendo hacia el final de la formación, mientras Severus y Harry se posicionaban a la cabeza. No iban a lanzar sus Patronus hasta que fuese imprescindible, ya que debían esperar a reunir el máximo posible de Dementores para forzarles a entrar en el Pozo. No podían arriesgarse a alejarles demasiado pronto.
De todas formas fue una experiencia terrorífica volar con aquellos seres tan próximos, a sabiendas de que en cualquier momento podían lanzarse contra ellos e infligirles sus oscuras emociones. Afortunadamente mantuvieron las distancias, como si no supieran qué hacer ante un grupo tan numeroso de hombres. Los Dementores no eran excesivamente inteligentes, así que era poco probable que descubrieran qué estaban planeando.
Al acercarse a los pies de la montaña en los que el bosque pasaba a convertirse en formaciones rocosas y árboles escasos y ralos, un grito brotó de los líderes de la tropa que indicaba que el Pozo había sido avistado. Una inmensa cascada caía de la montaña a un lago de considerables proporciones, rodeado de altos pinos. Enormes piedras se habían deslizado de las montañas y punteaban la orilla con sus inmensas formas cubiertas de liquen y musgo. Entre las brechas y cavernas formadas por las rocas estaban las peludas y oscuras siluetas de los Grendlings. Cientos de ellos surgieron para unirse a los miembros de su manada que emergían del bosque para enfrentarse a los humanos que se acercaban por el aire.
En el corazón de aquel gigantesco valle, lejos de la orilla del lago, una larga porción de terreno estaba muerta, la tierra que la cubría negra; todas las plantas que crecían al borde de agua habían desaparecido de la zona. En el centro, un enorme agujero de unos siete metros de diámetro daba a una oscuridad negra cual boca de lobo. Incluso los Grendlings se alejaban del suelo yermo y del horrible hueco que conducía a las entrañas de la tierra.
Los hombres rondaron en círculos entorno al pozo, alejándose de forma instintiva de su circunferencia, de la que brotaba un frío que poco tenía que ver con el del invierno. Harry lo notaba en su misma alma, sentía los aullidos de los difuntos y los moribundos esperándole.
– ¡Vienen los Dementores! –gritó alguien. Era la señal para que Harry virara alejándose de Severus, que aún volaba a su lado. Remus y Sirius, que estaban en los flancos, se alejaron del grupo en direcciones contrarias mientras Harry y Severus se dirigieron hacia arriba, interceptando el paso de los Dementores que se acercaban desde encima. Harry esperó hasta que pudo ver con claridad las oscuras formas de los Dementores que se abalanzaban sobre él, hasta notar la horrible oscuridad que amenazaba con devorarle, antes de alzar la varita y gritar:
– ¡Expecto Patronum!
Cornamenta surgió de la punta de su varita, tan resplandeciente que resultaba cegador, cargando hacia delante y cortando la muralla de oscuridad que se les venía encima. Harry se lanzó a través de la nube de Dementores hasta quedar encima de ellos, aprovechando que se apartaban del camino de la brillante luz de su ciervo Patronus.
No demasiado lejos, el Patronus de Severus un brillante y fiero Fénix hacía lo propio, apartando a los Dementores a su paso hacia los lados y hacia abajo. En los márgenes de la compañía, dos Patronus más aparecieron: un enorme perro que parecía un Grim plateado surgió de la varita de Remus Lupin, y para gran alegría de Harry un inmenso Hombre lobo salió de la de Sirius Black. Los dos Patronus se encontraron con los Dementores que Severus y Harry habían dirigido hacia abajo y les cortaron el paso hacia el centro del grupo de hombres. Éstos se disgregaron, apartándose del torbellino de oscuridad creado por los cuatro Patronus que corrían en círculo para reunir a los siniestros Dementores y llevarlos hacia la entrada del Pozo.
Mientras dirigía a Cornamenta en su danza, conduciendo a los Dementores hacia su lugar de origen, Harry empezó a buscar la piedra por tierra. En su quinta pasada, finalmente la vio: una megalítica roca redonda, de unos siete metros de diámetro, grabada con runas e intrincados motivos. Algunos Grendlings, que estaban mirando con avidez a los humanos que daban vueltas sobre ellos, gruñían mientras la rodeaban, sus ojos rojos lanzando destellos en la pálida luz de la mañana.
Harry se encontró buscando a Severus con la mirada mientras se dirigía hacia la piedra. No había esperado tener que luchar contra los Grendlings mientras llegaba hasta la piedra. Pero los monstruosos seres trepaban sobre ella, como si supieran que los humanos se iban a aproximar a ella.
Severus, al ver el problema de Harry, se dirigió hacia Harry a toda velocidad sobre su pesada escoba, manteniendo al mismo tiempo la trayectoria en círculos de su patronus Fénix para alejar a los Dementores.
– ¡Alrik! –Gritó Severus– ¡Coge a tus hombres y ataca, ahora!
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