viernes, 18 de marzo de 2022

Capítulo 18: El corazón del laberinto

Para Severus, la noche había sido un seguido de sorpresas, no todas ellas agradables. La reacción de Harry ante la Mansión le había divertido, pero ese humor se había desvanecido rápidamente ante la muchedumbre que se había lanzado sobre el Chico­que­vivió como si fuese Merlín reencarnado.

Había supuesto siempre, injustamente al parecer, que Harry disfrutaba de su celebridad. Pero la mirada de horror del muchacho había desvanecido para siempre esa sospecha, de la misma forma que la forma en que se ocultó tras él cuando le había rescatado de la horda.

Debería haber esperado algo así, supuso. No era culpa de sus hermanos, pero al menos podrían haber intentado contener a sus esposas. Julliana y Delphina no se habían vuelto más inteligentes en los años que llevaba sin verlas.

Diana era como la recordaba, y se sintió complacido al ver lo feliz que estaba de verle. La desconfianza de Alrik, Claudius y Marcellus no se había atenuado lo más mínimo, pero al menos Diana no creía sus mentiras.

A Julius no lo sabía interpretar. El joven había sido bastante educado, pero eran unos completos extraños el uno del otro. Julius no era más que un niño la última vez que Severus le había visto, aunque había olvidado lo hermoso que era. La reacción de Harry al verle no había sido pasada por alto, y Severus admitía que las dolorosas emociones que había sentido eran definitivamente celos.

Pero aquello respondía a una pregunta que se estaba haciendo. Sólo porque la Piedra del Matrimonio hubiese elegido a Severus para Harry no implicaba que Harry tuviese que estar interesado en los hombres. Lejos de ello. La magia de la Piedra era tal que elegía la mejor pareja para una persona; eso no garantizaba que fuese una pareja de amantes. En el caso de Harry, lo más probable era que la mejor pareja fuese alguien que le pudiese proteger, enseñar, luchar a su lado y asegurarse de que tuviese la oportunidad de crecer y vivir su vida. No prometía amor. Las más famosas parejas de las que la Piedra era responsable eran todas románticas, pero no eran las únicas. Era posible que Harry Potter, destinado a la grandeza, no lo estuviese al amor. O quizás lo que sucedía era que el artefacto sabía que Severus no podía tener ambiciones románticas, porque el hombre era muy consciente de que no tenía ninguna posibilidad de reclamar al joven como suyo y miraría a otro lado cuando Harry decidiese, finalmente, enamorarse de alguien. Mientras fuese discreto, no iba a interponerse en la felicidad del chico.

Pero hasta el momento en que había mirado a Julius, Severus no había visto que Harry posase los ojos en un hombre con interés sexual. La única persona a la que le había visto contemplar así era Cho Chang, y aún en ese caso era poco entusiasta. Sospechaba que el chico estaba demasiado distraído con toda esa gente tratando de matarle como para preocuparse demasiado por las cosas que obsesionaban a la mayoría de alumnos de su edad.

El sonrojo que había teñido las mejillas de Harry al mirar a Julius había sido delator. Era obvio que era capaz de apreciar la belleza en alguien de su propio sexo. Lástima que para demostrarlo se hubiese fijado en alguien con quien nadie podría competir. Suponía que eso le dejaba a él fuera de juego.

Considerándolo todo en perspectiva, la noche había pasado bastante deprisa. Harry, lejos de estar nervioso e incómodo como había esperado, había sorprendido y divertido continuamente a Severus. Decidió que le gustaba cómo sonaba su nombre en labios de Harry. Después de cuatro o cinco veces, incluso empezó a sonar natural. Y miró con gran diversión cómo Harry dejaba de lado todo protocolo mágico de forma casi brusca, ignorando por completo la daga pese a haber estado practicando con Longbottom y Granger. Si no hubiese sabido la verdad, casi habría jurado que el Gryffindor estaba intentando hacerle reír.

Un rato después Harry había logrado dejarle atónito cuando les había lanzado el proverbial guante a sus hermanos a causa de sus más o menos sutiles insultos, y defendiendo su nombre y su honor con una elocuencia que no había sabido que el chico poseyera. Les había cerrado la boca a todos. Por primera vez, Severus había entendido por qué aquel joven inspiraba tal lealtad.

Más tarde, cuando volvieron al salón, sus hermanos sacaron el tema que había estado esperando toda la noche: el destino de la Mansión Snape. Se preguntó si ya habrían intentado hablar con Harry al respecto, y tomó nota mental de preguntárselo cuando volviesen a Hogwarts.

–Ya te he dicho, Claudius –dijo a su hermano tras un apasionado discurso sobre la importancia de la Mansión­–que no tengo intención de volver a abrir la mansión hasta que tenga oportunidad de descubrir qué clase de sorpresas Padre dejó preparadas. Hasta ahora mis horarios no me han permitido hacerlo.

– ¡No es justo relegarnos a una casa menor mientras la Mansión está vacía! –Exclamó Claudius furioso– Lo haces para castigarnos. Nos mantienes alejados...

Severus dejó de escucharle, puesto que este discurso ya lo había oído. Incluso había leído una versión escrita en las cartas que le habían enviado durante los años en que no se habían hablado unos a otros. Se preguntó qué estaría reteniendo tanto rato a Harry alejado del salón, y echó un vistazo a la puerta, preocupado. Se dio cuenta de que también Julius estaba ausente, y empezó a sentir una sospecha incómoda.

– ¿Dónde está Julius? –inquirió, interrumpiendo el monólogo de Claudius. Éste se calló, resoplando disgustado y mirando a otro lado. Severus paseó la mirada por los demás. Julliana y Delphina parecían excitadas ante la pregunta, y su diversión pareció confirmar la sospecha que anidaba en el corazón de Snape. Marcellus y Alrik parecían también divertidos. Pero fue la reacción de Diana la que le preocupó más: miraba a su marido y a sus hermanos con sospecha, confusa– ¿Dónde está? –volvió a preguntar, levantándose.

–Vamos, Severus –Marcellus río suavemente– deja que Julius se divierta. Es lo que suele hacer. Y dudo que a Harry le moleste.

Los celos y la furia relampaguearon en el corazón de Severus, estremeciéndole con su intensidad. Diana también se levantó de un salto, con la confusión mudando en rabia.

– ¡El laberinto de rosas, Severus! –Le gritó, con una mirada algo salvaje– ¡No culpes a...!

Si no hubiese añadido este último aviso, Severus habría salido de la habitación únicamente furioso. Al oírlo, sin embargo, una chispa de miedo se encendió en él. ¿No culpes a Harry? ¿De qué? Sus palabras implicaban que posiblemente Harry no fuese responsable de lo que ocurriese.

En un instante se encontró fuera, corriendo hacia la entrada del laberinto. De niño había aprendido sus secretos, cómo caminar por sus siempre cambiantes senderos; incluso conocía un atajo al corazón del laberinto. Pero cuando penetró por la entrada principal se dio cuenta de que algo había cambiado sutilmente. Notó los hechizos que guardaban el lugar y sacó la varita de inmediato. Una identificación reveló la presencia de encantamientos de compulsión transportados por el aroma de las flores. Mezclados en la magia de compulsión había hechizos de amor y afrodisíacos, no demasiado fuertes para lo que él podía soportar, pero suficientemente intensos como para ofuscar a cualquier mago o bruja corriente que entrase en el laberinto.

Ni él ni Harry eran corrientes en ningún sentido, pero de todas formas corrió hacia el centro, dejando de lado los corredores en favor del atajo. Su mente no dejaba de sugerir situaciones. Era obvio que sus hermanos y Diana esperaban que encontrase a Harry en una posición comprometedora con Julius. No le había pasado por alto que Julius encontraba a Harry atractivo: apenas le había quitado los ojos de encima en toda la noche. Pero sospechaba que aquello era algo más que una connivencia entre hermanos: tal vez Marcellus y Claudius creían que si Julius lograba seducir a Harry, éste sería más fácilmente manipulable por ellos.

La rabia le inundó de nuevo. Si descubría que lo habían hecho por la estúpida Mansión, iba a quemar el lugar hasta los cimientos y dejarles viviendo en la calle.

Giró la última esquina y se encontró ante una barrera invisible, una de las muchas paredes ilusorias del laberinto. A través de ella podía ver el patio central, con Harry atrapado dentro con Julius. Ni uno ni otro le vieron, pero él sabía que desde su lado de la barrera ilusoria lo único que podían ver era un impenetrable muro de rosales. Miró alrededor del patio: todas las entradas estaban selladas, por lo que podía ver. Julius, que había entrado antes que Severus, podía hacerlas desaparecer simplemente presionando una piedra en el centro del mirador, pero Severus sólo podía quitarlas de en medio de la forma difícil. Levantó la varita y empezó a entonar el contra­hechizo que anulaba su poder.

Podía oír a Julius hablando a Harry, y descubrió que las palabras de su hermano alimentaban aún más su ira. También pudo ver cómo Harry agitaba la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño. Debía estar sintiendo los efectos de los hechizos.

–Me imagino que Severus no pudo esperar a ponerte las manos encima –le estaba diciendo Julius a Harry– Como debes haber odiado que esa bestia te pusiera las manos encima –Severus se encontró apretando los dientes rabiosamente cuando Julius se estiró para acariciar a Harry. Sonrió un segundo después cuando Harry le golpeó la mano, retrocediendo. Se preguntó si Julius sentiría los hechizos vacilar y debilitarse cuando Harry se sacudió cualquier influencia que hubiesen empezado a ejercer en él.

– ¡Estás hablando de tu hermano! –la voz de Harry estaba llena de incredulidad e indignación. Al parecer el noble Gryffindor iba a defender su honor una vez más.

–Sí, es mi hermano –Julius sonrió– lo que me coloca en una situación remarcablemente favorable para aliviar tu sufrimiento. Nadie pensaría nada extraño si pasaras mucho tiempo con tu cuñado. Los lazos familiares son bien vistos.

–No estás pensando que estoy interesado en ti, ¿verdad? –inquirió Harry, apartándose cuando Julius avanzó hacia él.

–Claro que estás interesado –le dijo Julius, y Severus sintió cómo sus entrañas se retorcían de nuevo– Ya he visto cómo me miras. Sé que me deseas. ¿Quién no me elegiría antes que a Severus?

Severus vio el rubor que teñía el rostro de Harry y redobló sus intentos de derribar la barrera. Se había prometido mirar a otro lado cuando ocurriese, cuando Harry se enamorase de otro... ¡pero esto no! ¡No con su hermano! Era demasiado cruel. Deseó poder ver los ojos de Harry, pero el chico miraba hacia Julius. Los ojos de Harry revelaban sus emociones con demasiada claridad, y Severus quería saber desesperadamente qué sentía aquel joven por su hermoso hermano.

–No me conoces –dijo Harry súbitamente– Y no conoces a tu hermano. No estoy interesado. ¡Adiós! –con esto, Harry se volvió hacia Severus, dando un paso hacia la salida sólo para detenerse cuando se percató de que había desaparecido. Obviamente no podía ver a Severus del otro lado, intentando derribar la barrera mágica, pero Severus podía verle con toda claridad, la mirada de disgusto en sus ojos, una expresión que hizo maravillas por calmar su inquietud. El disgusto fue rápidamente reemplazado por la alarma cuando Harry descubrió que todas las otras salidas habían desaparecido a su vez.

–Hay una salida –le dijo Julius, que parecía muy divertido por la situación– pero sólo si sabes dónde mirar. Esto es un laberinto, al fin y al cabo... Pero las espinas de los rosales son lo bastante fuertes para arrancarte la carne de los huesos si cometes el más leve error. Y yo soy el único que conoce el secreto del laberinto, el único que te puede conducir fuera de nuevo.

Idiota, pensó Severus. ¿Realmente creía que nadie más había resuelto el laberinto? Severus había descubierto sus secretos mucho antes de que Julius naciera. No pudo evitar preguntarse cuántos jóvenes hombres y mujeres habría llevado su hermano aquí, cuántos magos y brujas habían tenido insuficiente poder para resistirse a los hechizos. Harry volvió al mirador y Severus pensó que quizás el chico pudiese encontrar la piedra que bajaba las guardias por sí mismo.

– ¿Te gusta el aroma de las rosas? –Preguntó Julius entonces– Son otro legado de Madre. Usaba estas flores en sus pociones. Están en mi sangre. Su aroma vuelve locos de deseo por mí a hombres y mujeres.

Sus palabras confirmaron las sospechas de Severus de que Julius ya había hecho esto antes. También le hizo saber que su hermano creía a Harry mucho más afectado por el hechizo de lo que aparentaba. Pero la irritación que brilló en la cara de Harry mostró a Severus que Julius se equivocaba.

–Te lo he dicho ya, Julius, ¡no estoy interesado! –gruñó Harry.

– ¿Y crees que me importa? –río Julius. Sus palabras alarmaron a Severus. Miró atónito cómo su hermano se lanzaba sobre Harry, aprisionándole contra uno de los pilares del mirador, obviamente intentando tomar por la fuerza lo que Harry le había negado.

La barrera casi había caído, y Severus empleó todas sus fuerzas en el contra­hechizo, desesperado por ayudar a Harry. Podía sentirla derrumbarse, podía ver a Julius tocando a Harry, besándole... y entonces vio cómo trastabillaba cuando Harry le golpeaba en la cabeza y le empujaba lejos de sí, con una mirada de negra rabia en los ojos cuando sacó la varita y le apuntó. El hecho de que no maldijera de inmediato a Julius sorprendió a Severus, pero le bastó ver a Harry y lo entendió: incluso a esa distancia podía percibir cómo temblaba, ciego de ira. Si hubiese maldecido ahora, podría haber matado a Julius.

Era Julius quien estaba en peligro ahora, y la salud mental de Harry en vez de su virtud. La barrera cayó por fin y Severus entró, sabiendo que debía ser cauteloso. Si Harry se sobresaltaba podía perder control sobre la maldición.

Julius demostró su estupidez pues, sin darse cuenta del peligro, dio un paso hacia Harry, con una sonrisa de superioridad en los labios.

–Harry, no pensarás realmente que puedes...

–Sabes, Julius –dijo Severus con suavidad, manteniendo la voz suave y controlada, un tono que solía reservar para sus Slytherins. Harry ni se movió, su concentración no se distrajo un ápice– estás siendo apuntado por la varita que ha derrotado a Voldemort repetidas veces. ¿Realmente crees que deberías estar haciendo otra cosa que no fuese rogar por tu vida?

Sus palabras tuvieron el efecto deseado. Julius se quedó helado, con la sonrisa desapareciendo lentamente al darse cuenta por primera vez a quién había pretendido herir. Podía haber miles de rumores absurdos sobre el Chico­que­vivió en la prensa, pero eso no cambiaba el hecho de que aquel mago se había enfrentado frecuentemente a ejércitos de Mortífagos y ganado. Severus sintió alivio cuando vio que su hermano aceptaba su aviso y retrocedía, perdiendo el poco color que su piel poseía.

Lo que alarmó a Severus, sin embargo, fue que Harry no se había movido aún, no había bajado la varita ni apartado la mirada de la cara aterrada de Julius, como si fuese incapaz de salir de su iracundo estado. Severus se le acercó con cautela.

–Harry –dijo con suavidad, moviéndose hacia su lado. Tentativamente tendió las manos hacia él, cerró la mano con delicadeza alrededor de la muñeca de Harry, deslizando su otro brazo alrededor de sus hombros. Podía sentir el poder del chico vibrando a través de su cuerpo, haciendo temblar sus músculos– Harry –repitió– Ya está bien, ha terminado. Déjalo ya. No quieres hacer esto.

Ejerció una presión ligera en su brazo, y luego con mayor firmeza, bajándolo lentamente, hasta que la varita de Harry apuntó al suelo.

Sintió que Harry se estremecía, dejando que el aliento escapase en un suave gemido al tiempo que el poder se desvanecía. Cerró los ojos, con las pestañas oscuras contra la pálida piel, y se dejó caer por un segundo en el abrazo de Severus.

– ¿Estás bien? –le preguntó Severus con suavidad. Harry asintió, abriendo los ojos por fin y separándose. Sus rasgos volvían a estar serenos, pero sus pupilas exhibían una expresión torturada que indicaba que estaba lejos de estar bien– Dame un segundo y te mostraré el camino de salida –le dijo Severus, y luego se giró hacia su hermano. Julius no se había movido y les contemplaba intensamente. Severus pensó en una docena de maldiciones apropiadas, pero al final se decidió por una venganza mucho más satisfactoria. Lanzó un puñetazo a la cara de su hermano con todas sus fuerzas. El golpe hizo que Julius tropezara, vacilara y cayera al suelo. Severus estaba casi seguro de que le había roto la mandíbula. Agarró el jubón de su hermano, enderezándole parcialmente– Vuelve a acercarte a él –susurró al oído de Julius– y te mataré con mis propias manos –vio como los ojos de su hermano se dilataban por el terror cuando sacó la varita. La agitó en el aire y siseo– Castitas Obligatus Ultio –y entonces le tiró al suelo sin mayor ceremonias, antes de volver junto a Harry. El chico había estado mirando desapasionadamente el intercambio. No dijo nada cuando Severus le volvió hacia la salida y le guio a través de la ruta más rápida fuera del laberinto.

Los otros les esperaban en el patio. Diana corrió hacia ellos preocupada.

– ¿Está bien? –preguntó, viendo la falta de expresión de Harry.

–Sí –gruñó Severus, intentando contener su genio por el bien de su hermana. Ella al menos no había sido parte de aquello, y parecía horrorizada por todo ello– Julius pareció olvidar a quién estaba atacando –se giró para mirar furioso a Alrik, Claudius y Marcellus– Fue un error que bien hubiese podido costarle la vida –los tres hombres parecieron sobresaltarse ante esto, mirando a la vez de Harry al laberinto. Severus sacó la moneda Trasladadora de su bolsillo. Lanzó una mirada aterradora a sus hermanos– Volveré mañana –les dijo, con amenaza implícita en el tono– y si no habéis retirado todos los hechizos del laberinto para entonces, ¡lo quemaré y con él, las Estancias de Briarwood hasta los cimientos! –la mirada de espanto en sus rostros fue altamente satisfactoria. Lástima que estuviese demasiado furioso para disfrutarla. Se volvió hacia Diana de nuevo– Gracias –susurró con suavidad. Ella simplemente asintió y le dirigió una triste sonrisa.

Con esto Severus se puso la moneda en la palma y aferró la mano izquierda de Harry, con el trasladador en medio. Los dos fueron lanzados a través de la tierra a la seguridad y paz de Hogwarts. 

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