La mañana de Navidad en casa de los Weasley era el vivo ejemplo de la palabra caos. Aunque los Weasley no podían ser considerados ricos ni por un exceso de imaginación y benevolencia, había multitud de regalos en todas partes, incluyendo el famoso jersey Weasley para todos los presentes. Ver a Severus y a Sirius con jerseys a juego de color azul, con una "S" roja en el pecho, era una de las cosas más hilarantes que Harry pudiese imaginar. Ron y Remus también iban iguales, con sus brillantes "R" de color castaño purpúreo.
Sirius se había tomado muchas molestias para encontrar regalos para todos los niños, y aunque Harry sospechaba que Bill y Charlie, que no eran muchísimo más jóvenes que Sirius, estaban algo molestos de entrar en la categoría de "niños", estuvieron encantados con las estilizadas espadas que recibieron. Recordando la conversación sobre "sangre limpia" y espadas, Harry miró hacia Arthur Weasley. El hombre parecía entristecido de ver las espadas en manos de sus hijos, pero agradeció el regalo a Sirius con una inclinación de cabeza. Estaban en guerra, y aunque Arthur no quería reconocerlo, como miembros de la Orden del Fénix, sus hijos estarían en los frentes de batalla. Sirius dio una palmada en la espalda a Arthur, pero no se dijo nada más al respecto.
Para sorpresa de Harry, Severus también había traído presentes para todos. Eran en su mayoría libros carísimos que sabía que la familia Weasley no podía costearse, aunque para Fred y George había buscado ingredientes de pociones que les había vuelto locos encontrar. Aunque habían sido estudiantes de pociones más bien mediocres debido a su afición a las bromas, en realidad a la hora de hacerlas eran muy buenos. Para los productos de su tienda necesitaban un grado de habilidad que Severus, obviamente, reconocía. También había traído un libro de Historia del mundo mágico para los Granger, algo que evidentemente les encantó dada la naturaleza de las conversaciones que habían estado teniendo las últimas noches. Para asombro de Harry, también había traído regalos para Remus y Sirius. Se trataba de un viejo libro encuadernado en cuero. Harry se quedó atónito al ver que le daba algo a su padrino, pero cuando Severus se lo tendió a Sirius, vio cómo su padrino le tendía uno similar a Severus. Viendo la mirada de incredulidad de Harry, Sirius le sonrió y le revolvió el pelo.
–Son libros de familia –le explicó– Es algo que deberíamos haber intercambiado antes de que los dos os vinculaseis. Es una vieja tradición. Ya te los enseñaré luego, si quieres.
Harry asintió, pensando que debía tratarse de otra costumbre de la que no sabía nada. Estuvo encantado al recibir la nueva escoba que le ofrecieron Sirius y Remus, tanto con el regalo en sí como por el hecho de que los hombres habían firmado juntos en la tarjeta, como si ya fueran pareja. Su Saeta de Fuego había resultado dañada el día que arrebató de la mano de Voldemort el Ojo de Odín, y aunque todavía podía utilizarse, ya no era tan maniobrable como había sido.
Estaba sentado en el suelo con Ron, Hermione y Ginny admirando la escoba cuando Severus le dio un toque en la espalda para llamarle la atención. Se sorprendió ligeramente cuando le tendió una pequeña caja finamente envuelta inmediatamente después. Había esperado un libro como los que Ron y Hermione habían recibido del Maestro en Pociones. Abrió la caja con curiosidad. Dentro había un vial de poción. Al sacarlo, leyó la etiqueta en voz alta: "Oculus Reparium Infinitas".
Hubo varias exclamaciones sorprendidas ante el nombre, y Harry frunció el ceño mirando alrededor. Incluso Sirius parecía a un tiempo sorprendido e impresionado.
– ¿Ése no es el hechizo para reparar mis gafas, Hermione? –preguntó Harry. Pero Hermione sacudió la cabeza.
–No, ese es "Oculus Reparo". Lo que tienes en la mano es miles de veces mejor que una operación de retina o que el hechizo reparador de la vista.
A los Grangers les llamó la atención lo que Hermione decía, pero los demás no pillaron la referencia.
– ¿Qué es una operación de retina? –quiso saber Ron.
–Es un procedimiento muggle para corregir la vista –explicó Hermione– Utilizan lásers para dar nueva forma al ojo, pero no siempre funciona y tienes que pasar un periodo de recuperación de dos semanas. Además, después de ello los ojos pueden volver a deteriorarse a través de los años –miró hacia sus padres– Mientras que el hechizo sólo arregla tu visión por un día. Sería similar a las lentes de contacto.
– ¿Y qué hace esto? –quiso saber Harry.
–Esto te arregla la vista permanentemente, querido. Para el resto de tu vida –le informó Molly. Miró hacia Severus– Diría que no hay más de diez Maestros en el mundo entero capaces de hacer esta poción.
Harry miró a Severus, asombrado. El hombre simplemente le sonrió de lado, y le hizo un gesto hacia la botella que estaba sosteniendo.
–Bueno, adelante, bébelo.
A Harry no hubo que decírselo dos veces. Quitó el tapón con cuidado y luego alzó la botella hasta sus labios, bebiendo el contenido deprisa. Sabía de forma muy parecida a un vinagre extraordinariamente fuerte, e hizo una mueca de disgusto cuando lo tragó, con los ojos llorosos por las emanaciones de la sustancia. Al parpadear para aclararse la vista de lágrimas causadas por el vapor de la poción, fue inmediatamente consciente de que la habitación se había vuelto borrosa. Muy borrosa. Frunció el ceño, confuso, pensando que quizás algo no había ido bien.
– ¡Todo está borroso! –protestó.
–Gryffindors –suspiró Severus, antes de inclinarse y retirar amablemente las gafas de la cara de Harry. Al instante el cuarto se enfocó con una claridad que Harry jamás había experimentado. Llevaba las mismas gafas desde los diez años, y nunca habían sido ajustadas a su visión. Verlo todo ahora perfectamente definido fue como ganar un sentido completamente nuevo. Su estado maravillado fue perceptible para todos los presentes.
– ¿Estás bien, Harry? –preguntó Sirius, preocupado.
– ¿Es así como veis vosotros todo el tiempo? –preguntó incrédulo. Podía ver los puntos plateados en los iris azules de Ron, y los mechones rojizos en la cabellera marrón de Hermione. Y Sirius tenía muchas pecas pálidas sobre la nariz, y Remus una pálida cicatriz bajo los labios. Y Severus... sus ojos realmente eran del más asombroso negro– Gracias – le dijo, emocionado e incapaz de encontrar palabras que expresasen lo que sentía ante aquel regalo. Hasta ahora, nunca se había dado cuenta de lo mal que veía realmente. Severus se inclinó hacia él, con ojos brillantes.
–De nada –le dijo con suavidad.
Hubo más regalos, incluyendo varios vestidos de los Grangers para Hermione y Ginny, que causaron exclamaciones emocionadas de ésta última. Mientras las chicas se probaban la ropa, Harry se levantó y recuperó dos paquetes que había escondido bajo el enorme árbol al llegar. Tendió uno de ellos a Sirius y observó en silencio mientras el hombre lo abría. La mirada de asombro en su rostro cuando sacó la bola de cristal llena de nieve dijo más que ninguna palabra. Por un segundo pareció que fuese a echarse a llorar, con una mano sobre la boca para cubrir un sollozo. Cuando finalmente fue capaz de reaccionar, abrazó a Harry apretadamente, con la bola firmemente sujeta en la mano.
– ¿Dónde lo encontraste? –le preguntó, con lágrimas en la voz.
–En mi cámara acorazada –le dijo Harry– Cuando vi lo que había escrito en la base, pensé que apreciarías que te lo devolviera.
– ¿Estás seguro de que quieres dármelo, Harry? –preguntó, dubitativo.
– ¿Qué es eso? –preguntó Remus con curiosidad. Ya habían llamado la atención de la mayor parte de los ocupantes de la sala, aunque los demás intentaban educadamente no inmiscuirse en aquella experiencia obviamente emotiva para el hombre.
Sirius tendió la bola de cristal a Remus, que la cogió con cuidado. No era particularmente bonita, y bastante extraña en su manufactura para ser un objeto mágico. Mostraba una casita que parecía hecha de caramelo, y delante de la casa había dos figuras de chicos que eran poco más que espantapájaros. Todo ello estaba cubierto por el globo de cristal que estaba montado sobre una base de madera irregular. La diferencia fundamental con la clásica bola muggle era que no estaba llena de agua, sino que tenía un encantamiento hecho que mandaba los pequeños trozos de papel que imitaban la nieve en remolinos en torno a la escena, tanto si sacudías la bola como si no. Pese al hechizo, el objeto entero parecía hecho por un aficionado. Cuando Remus giró la bola y vio lo que había en la base de madera, inspiró bruscamente, sorprendido:
–Siri y James, siete años –leyó. Miró a Sirius, interrogante– ¿Lo hiciste tú?
Sirius asintió.
–James y yo nos conocimos en un campo de veraneo cuando teníamos siete años. Éste fue nuestro proyecto de arte. No tenía ni idea de que lo había guardado todos estos años –se volvió hacia Harry– ¿Estás seguro de que quieres dármelo? No tienes tantas cosas que hubiesen pertenecido a tu padre.
Pero Harry simplemente sonrió y sacudió la cabeza.
–Tengo a sus mejores amigos. ¿Qué más podría desear? –ambos hombres le abrazaron, obviamente conmovidos. Cuando finalmente le soltaron, Harry miró el último paquete que quedaba en sus manos. Era pequeño, con forma de libro– También tengo un regalo para ti, Remus, pero... –se giró para mirar a Severus, que había estado mirando toda su interacción sin decir palabra. Aunque a Severus no le hubiese gustado la persona de James Potter, sabía que cualquier recuerdo de este hecho no hubiese sido ni bienvenido ni apropiado en aquel momento– Es también en parte algo así como el regalo de Severus –los tres hombres parecieron perplejos ante aquella declaración. Ninguno de ellos entendía cómo Harry podía hacer un regalo que Severus y Remus pudieran compartir. El chico se encogió de hombros– Ya veréis por qué –dijo, tendiendo el paquete a Severus.
Frunciendo el ceño confuso, Severus cogió el regalo de sus manos y lo desenvolvió con cuidado. Ahora, todos los presentes miraban el proceso en un silencio expectante. Como era de esperar, Severus se encontró con un libro pequeño y delgado. No había ningún tipo de indicativo en su exterior, así que lo abrió por la primera página, entrecerrando los ojos al ver la caligrafía del interior.
–Es tu letra –declaró– ¿Has escrito un libro?
–No –respondió Harry, esperando. Severus soltó una exclamación queda y su cuerpo entero se tensó al leer las primeras líneas del escrito. Sus manos temblaban al mirar hacia Harry con gesto penetrante.
–Harry, ¿qué es esto? –susurró en el silencio que había hecho presa de la habitación. Harry se acomodó en el suelo del salón de los Weasley:
–Es el primer volumen del Libro de la Luz, por Salazar Slytherin –hubo grandes exclamaciones de incredulidad seguidos por suaves murmullos por parte de los Granger, que no habían entendido el significado del nombre. Todos se volvieron hacia Harry en espera de una explicación– Los encontré en la Cámara de los Secretos, hace ya algunos meses.
– ¿Has vuelto a la Cámara? –preguntó Ginny con voz temblorosa. Harry frunció el ceño. Había olvidado que Ginny también había estado allí, aunque ella no recordase gran cosa de ello. El rostro de la chica estaba pálido. Su padre la abrazó tiernamente, sosteniéndola contra su cuerpo.
–Tuve un sueño –explicó Harry– sobre una serie de libros, los Libros de la Oscuridad, que Slytherin había escrito. Tom Riddle los robó de la Cámara hace mucho, pero dejó los Libros de la Luz atrás. No les veía utilidad alguna. En su opinión, la Luz era debilidad. Pero solo porque él no los encontrase útiles no quiere decir que nosotros tampoco. Volví a la Cámara para ver si seguían allí, pensando en entregárselos al Director si estaban. Pero cuando los vi, me di cuenta de que estaban escritos en lengua Parsel. Voldemort y yo somos los únicos capaces de leerlos. Así que empecé a traducirlos... éste es el único que he conseguido terminar. Pero tan pronto descubrí lo que había en este volumen, supe que en tus manos, Severus, iba a hacer mayor bien que en las de cualquier otro.
– ¿De qué trata? –preguntó Severus, con las manos tensas en torno al libro de valor incalculable.
–Los experimentos y anotaciones de Slytherin, en pociones básicamente.
–Harry –dijo Severus, con la voz más llena de emoción que jamás le hubiese oído– ¿Tienes idea del valor de esto?
–Sí, en realidad sí –respondió Harry, y echó una mirada a Remus, preguntándose cómo se iba a tomar el hombre el resto de las noticias– Es por eso que dije que era una especie de regalo para ti, además de para Remus.
–No lo entiendo –dijo el hombre lobo, con incertidumbre. ¿Qué podía tener que ver un libro de pociones escrito por Slytherin con él? Harry tomó aliento profundamente.
–Salazar Slytherin creía que la licantropía no era una enfermedad.
– ¿Cómo? –dijeron al unísono Sirius y Remus, con la tensión reflejada claramente en sus rostros.
–Según Slytherin, la licantropía era el resultado de una transformación a Animago fallida –explicó Harry– Un Animago tiene el poder de transformarse en un animal, siempre que no sea mágico: un gato, un perro, un ciervo... Según las notas de Slytherin hubo un mago hace mucho tiempo que trató de transformarse en una criatura mágica; un Sabueso Infernal, para ser exactos.
–No puedes transformarte en una criatura mágica –protestó Hermione– No funcionaría. Los magos y las criaturas mágicas tienen conexiones distintas entre sus mentes y sus núcleos mágicos. Esa transformación desconectaría tu mente de tu núcleo y no serías capaz de controlar la magia, cosa que interrumpiría automáticamente el proceso.
Harry asintió:
–Según Slytherin, cuando un Animago se transforma en un animal no mágico la conexión entre su mente y su núcleo mágico permanece intacta. Pero cuando un ser humano trata de transformarse en una criatura mágica, la conexión se rompe. El hombre que intentó aquella transformación llegó a la conclusión de que lo único que necesitaba era una poción que cubriría la diferencia entre su mente y el núcleo mágico del Sabueso Infernal, de forma que no sólo podría controlar su magia, sino también retener su propia mente. Pero algo salió mal: no logró realizar bien la poción y sólo funcionó en parte. Conservó su magia, así que la transformación funcionó, pero perdió su lado racional y se convirtió en una bestia irracional con aspecto de lobo. No pudo recuperar su aspecto original, y antes de que lo matasen se las apañó para morder a muchas personas. Su saliva estaba infectada con la poción que había tomado. Obviamente, su transformación había sido provocada por la metamorfosis en Animago. Pero la poción era inestable, y provocó una versión debilitada del hechizo de transformación la primera noche de luna llena. Las víctimas del mordisco se convertían en bestias irracionales hasta el día siguiente. Los primeros hombres lobo habían nacido. La cosa está en que Slytherin opinaba que no había nada equivocado en la lógica del proceso, simplemente opinaba que había hecho mal la poción. Esto es lo que describió en el libro: sus propios experimentos con la poción. Había dos errores en ella: la primera, que había usado varias hierbas que dependían de los ciclos lunares, de forma que la poción reaccionaba de forma indebida a la luna llena, y la segunda, que el propio mago no tenía un núcleo mágico lo bastante fuerte como para completar la transformación de forma adecuada. Según las notas, Slytherin arregló la poción y se la dio a varios hombres lobo. Si eran lo suficientemente fuertes, les curaba –con esto, Harry se volvió a Remus, con ojos relucientes– Sé que eres lo bastante fuerte, Remus. La prueba que debían superar era el encantamiento Patronus. Sólo aquellos hombres lobo capaces de realizar el Patronus se curaban. Tú me lo enseñaste a mí. Sé que Severus puede hacer la poción, y sé que tú eres lo bastante fuerte para curarte.
Remus temblaba ahora abiertamente, con expresión incrédula. Sirius le había rodeado los hombros con sus brazos, y le abrazaba apretadamente.
–Curado –susurró Remus– ¿No más transformaciones? ¿No más lunas llenas?
Harry negó con la cabeza.
–No más lunas llenas –asintió– Pero no lo entiendes, Remus. Dejarías de ser un hombre lobo, te convertirías en un Animago mágico. La cura te da la habilidad para transformarte en lobo cuando quieras, con o sin luna llena, de noche o de día. Y no correrás el riesgo de perder la cabeza. Tienes que aprender los hechizos de Animago, pero sé que Sirius puede enseñártelos. Y Severus tendrá que aprender a hacer la poción, pero no puedo imaginarme a alguien más capaz que él de ello. Sé que va a funcionar. Tiene que hacerlo.
Ambos hombres miraban ahora a Severus casi con desespero, con la esperanza brillando en los ojos mientras Severus empezaba a ojear el libro. Aunque Harry sabía que no había gran afecto entre los Merodeadores y Severus, no tenía duda de que el hombre haría todo lo posible por realizar la cura sobre la que Slytherin había escrito.
–Veo que tiene algunas similitudes con la poción Matalobos –declaró–. Los mismos principios mágicos, y el componente del encantamiento –levantó la vista para fijarla en los dos hombres– Tendré que hacer algunos experimentos para asegurarme de que es viable e inocua. Y la poción en sí tardará algunos meses en estar acabada. Pero haré todo lo posible.
Ante estas palabras, Remus dejó escapar un sollozo apenas reprimido. Se levantó bruscamente y salió de la habitación, seguido de cerca por Sirius. Alarmado, Harry se volvió hacia los demás esperando una explicación.
–Déjales solos un rato, Harry –le dijo Bill– Remus ha sido controlado por una maldición aterradora y dolorosa durante la mayor parte de su vida. No puedo ni imaginarme lo que debe sentir ahora que sabe que puede haber una salida a esta situación.
Harry asintió, entendiendo, y esperando que el hombre estuviese bien.
–Harry, has dicho que había otros volúmenes –dijo Severus– ¿Cuántos? ¿Los has leído todos?
–Diez en total –explicó Harry– Los he ojeado... están llenos de cosas muy distintas: hechizos, encantamientos, pociones, medicina, en ocasiones ideas y filosofía. Pero desgraciadamente, la lengua Parsel no es fácil de traducir. Para mí es igual al inglés. No puedo ni contar la de veces que, mientras estaba trabajando en este volumen, me encontré con que estaba copiando tal cual en Parsel cuando pensaba que estaba escribiendo en inglés –se río, ligeramente autodespreciativo ante aquello– Es una pena que una habilidad como esta se malgaste en mí en vez de estar destinada a ti o a Hermione. No entiendo más que una pequeña parte de todo lo que contienen esos libros.
–No seas tan duro contigo mismo, Harry –le dijo Hermione– Creo que entiendes más de lo que crees. Obviamente entendiste de lo que estaba tratando Slytherin cuando hablaba de la poción de licantropía.
–Y sé por experiencia propia que traducir antiguos manuscritos no es tarea fácil –añadió Severus, ofreciendo un cumplido de motu propio para gran sorpresa de sus estudiantes– Es un regalo de valor incalculable, Harry. Muchas gracias.
Harry le sonrió en respuesta, con la cara sonrojada de placer.
–De nada.
–Bueno, esto hay que celebrarlo –decidió Molly, levantándose– Así que hay que traer el desayuno a la mesa para que podamos comer todos. Tenemos un montón de trabajo por delante para tener lista la cena de Navidad, y Albus, Minerva y Hagrid van a llegar en un par de horas.
Mientras el resto de ellos se apresuraban a ayudar a Molly, Harry fue en busca de Remus y Sirius. Les encontró fuera, en el porche, abrazados. Remus tenía la cara enterrada en el cuello de Sirius, y Sirius le acariciaba suavemente la espalda. Ninguno de los dos decía ni una palabra. Sintiendo reluctancia ante la idea de entrometerse en aquel instante tan íntimo, Harry se volvió para entrar de nuevo en la casa, pero Remus le había oído.
–Harry –le llamó.
Harry se volvió de Nuevo, mirándoles dubitativo. Ambos le devolvieron la mirada con tal emoción en ella que quiso llorar. En lugar de ello, se les acercó y los dos le rodearon con sus brazos.
–Gracias, Harry –dijo con sencillez Remus. El tono de su voz decía todo cuanto debía decirse sobre el tema.
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