lunes, 28 de marzo de 2022

Capítulo 27: Antes de la tormenta

La cena de Navidad fue un acontecimiento muy alegre. Albus, Minerva y Hagrid se les unieron y Harry se encontró con que todas sus personas amadas estaban sentadas a la misma mesa. No podía imaginar un mejor regalo que estar allí, formar parte de aquella extraña familia. Sabía que la guerra aún pendía sobre su cabeza, y que una vez regresara a Hogwarts también volverían la preocupación que le perseguía constantemente, pero por un día era feliz, y no pensaba calentarse la cabeza con esos temas, al menos por el momento.

Albus, por supuesto, quiso saber todo sobre los libros de Slytherin, así que le prometió llevarle a la Cámara para que viesen si alguno de los libros restantes tenía algún interés. Lo cierto era que le resultaba muy curioso pensar que tenía acceso al único lugar de Hogwarts al que el Director no.

Aquella noche se quedaron hasta tarde despiertos y hablando. Al finalizar la velada, Hagrid, Albus, Minerva y Severus se despidieron y volvieron a Hogwarts, mientras los Granger se preparaban para usar un trasladador que Albus les había traído para que pudiesen regresar a su hogar. Antes de marcharse, Severus se llevó aparte a Harry, al exterior, para hablar en privado.

–Quería darte las gracias por invitarme, Harry –le dijo– No esperaba divertirme, pero lo he hecho.

Harry le sonrió, captando mejor el sutil juego de emociones en los ojos de Severus con su nueva visión mejorada. Si sabías qué buscar, el hombre resultaba en realidad bastante expresivo, pese a que no sonriese a menudo.

–Me alegra que hayas venido.

– ¿Era lo que estabas deseando? –le preguntó Severus con curiosidad, haciendo un gesto hacia la casa. Harry entendió en seguida a qué se refería; el recuerdo de la invitación a Severus surgió de nuevo en su mente.

–Sí –asintió– Ha sido justo como me imaginaba que una familia debe ser.

Severus asintió y se volvió para marcharse, antes de parar un segundo, con gesto pensativo.

–Sabes... Pese a su falta de poder político y prestigio o estatus social, los Weasley son de una clase muy especial.

Aquella era una frase extraordinaria, considerando la opinión general de Severus sobre los Gryffindor, pero Harry comprendió de inmediato a qué se refería: la familia de Severus no era nada parecida a esta. Hacía muy poco que había dicho que el odio era algo común en las familias, incluso que a menudo era lo que las mantenía unidas. Estaba admitiendo abiertamente que esto no era aplicable a los Weasley.

–Lo sé –asintió Harry– Pero, de donde yo vengo, todos vosotros soy muy especiales.

Severus frunció el ceño, pensativo, pero no dijo nada. En vez de ello, le dedicó a Harry una sorprendente semi sonrisa, antes de inclinar la cabeza en saludo y Aparecerse. Harry, aún sonriente, volvió al interior para reunirse con Sirius y Remus en el salón.

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Albus dejó todo dispuesto con Harry, Hermione, Ron y Ginny para que volvieran al Castillo dos días antes de que el resto de estudiantes llegaran con el Expreso de Hogwarts. Severus se encontró esperando el retorno de Harry ansiosamente. Le echaba en falta más de lo que había previsto: sus habitaciones parecían vacías sin él. Y aunque no le había tocado nunca en el lecho que compartían, sus noches parecían más frías sin su presencia a su lado.

Se pasó buena parte de las vacaciones restantes volcándose en el libro que Harry le había dado. Dudaba de que el Gryffindor entendiese realmente lo que el libro de notas personales de Salazar Slytherin significaba para alguien como él: los conocimientos que contenía el manuscrito eran algunos de los secretos más codiciados del mundo entero. Albus había insistido en que deseaba leer el libro también, algo que Severus le había prometido que podría hacer en cuanto lo hubiese copiado de su propia mano. Y aunque la cura de la licantropía era horriblemente complicada, Severus estaba seguro de que funcionaría. Sólo hacía falta un gran esfuerzo tanto por su parte como por la de Lupin, pero estaba más que dispuesto a hacerlo, y no dudaba de que Lupin también lo estaba. Sentía un gran regocijo ante la idea de publicar los resultados.

En cuanto a Harry, se encontró con que anhelaba la compañía del chico. La poción que le había dado al Gryffindor había hecho bastante más que mejorar su visión, también había corregido el aire desvaído de sus ojos verdes y miopes. Sin las aparatosas gafas, el chico había pasado de ser atractivo a directamente hermoso. No tenía la menor duda de que las muchachas de Hogwarts se desmayarían por los rincones al verle cuando volviera, y un buen número de chicos también.

Para su sorpresa, tanto Black como Lupin le habían dado las gracias por separado por la poción que había regalado a Harry. Al parecer habían llegado a la conclusión de que Harry nunca había recibido la atención debida en temas de vista durante su infancia. Aparentemente las gafas que había llevado durante todos aquellos años no eran apropiadas para él: le habían sido regaladas por un vecino que las estaba tirando. Tenían varias dioptrías menos de lo que deberían, y por ello resultaba extraordinario que Harry hubiese llevado los cursos tan bien como los llevaba.

A Severus se le ocurrió que si Harry había sido imbatible al Quidditch con una visión tan pobre, su propio equipo ya no tenía la más mínima posibilidad. Al parecer, tendría que esperar a que Harry se graduase para poder albergar la esperanza de ganar su apuesta habitual con Minerva. También era posible que la predicción de Harry sobre convertirse en jugador de Quidditch profesional se hiciera realidad.

Harry volvió a sus habitaciones a última hora de aquella misma mañana, contento de estar de regreso y extrañamente animado ante la idea de acompañarle de nuevo. Sólo se estuvo unos segundos deshaciendo las maletas antes de salir corriendo, explicando de pasada que iba a llevar a Albus a la Cámara de los Secretos. Anhelando verla él mismo, Severus se auto invitó, y los tres, unidos a Ron, Hermione, Remus y Sirius se pasaron el día explorando los dominios de Slytherin. Ginny Weasley decidió no acompañarles, puesto que ya había visto demasiado aquellas Cámaras la primera vez.

Escuchar a Harry hablando Parsel fue una extraña experiencia para Severus. Salvo por aquella ocasión durante su segundo año en el duelo, nadie le había oído utilizar aquel idioma. A la única otra persona a la que había oído Severus hablar previamente era al propio Lord Voldemort, y viniendo de sus labios sonaba oscuro y terrible, el epítome de la propia maldad. Oírlo en labios de Harry resultaba alarmante y les sobresaltó a todos. Remus, Sirius y Albus nunca le habían oído, y se le quedaron mirando mientras le escuchaban sisear las órdenes necesarias para abrir las distintas puertas de la Cámara. Para Severus, el sonido era mágico: viniendo de Harry, resultaba extrañamente sensual. No había Slytherin vivo que no envidiase tal don. Para gran vergüenza de Severus, se encontró sexualmente excitado ante el sonido, y dio gracias por la larga túnica que le cubría. Recibió una mirada extrañada por parte de Remus, no obstante. Sin embargo, los demás no parecieron captar su reacción.

Fue muy extraño explorar la Cámara de los Secretos con tantos Gryffindors. A Severus le resultó casi sacrílego... pero entonces vio la carcasa del enorme basilisco en el suelo, frente a la estatua de Slytherin, y comprendió que, una vez más, había subestimado al joven con el que se había casado. Que un niño de doce años hubiese aniquilado a semejante criatura era inimaginable. Que hubiese sobrevivido al mordisco del ser, incluso con la ayuda de las lágrimas del Fénix, desafiaba toda lógica.

Los Gryffindors se reunieron alrededor de la bestia muerta, tocándola y dándole golpecitos como si se tratara de alguna extraña atracción, mientras Albus simplemente se quedaba delante con un brillo extraño en sus ojos azules. Severus vio cómo el anciano se volvía para mirar fijamente a Harry, que estaba ignorando los comentarios de su padrino y sus amigos para dedicarse a mirar a la gigantesca estatua de Slytherin. Severus pudo ver tanto tristeza como admiración en los ojos del Director, y fue a su lado, preocupado.

– ¿Albus? –preguntó en voz baja.

–No sabía que era una criatura como esta, Severus –susurró Albus quedamente.

–Parece imposible que haya podido sobrevivir a algo así –asintió Severus.

–Cierto –estuvo de acuerdo Albus– Es imposible. Pero Harry se dedica habitualmente a lograr lo imposible ¿no es cierto?

Severus frunció el ceño ante esto, preguntándose a qué más podía estar refiriéndose Albus. Por supuesto, había estado investigando la Voz del Rey que Harry había usado en Hogsmeade. Pero aparte de encontrar el hechizo por escrito, con la nota de que no era útil porque ya no funcionaba, no había aprendido nada importante. Él, lo mismo que Granger y Weasley, había tratado de realizar el hechizo en persona, pero no había logrado que actuase. No sabía cómo era posible que Harry hubiese logrado forzar a un Mortífago a actuar en contra de sus compañeros. Sospechaba que Albus sí, o que adivinaba más de lo que dejaba entender. Pero claro... Albus siempre había tenido sus secretos.

Severus pidió permiso a Harry para poder recolectar piezas del cuerpo del basilisco para utilizarlos como ingredientes de pociones, algo que pareció sobresaltar al joven:

– ¿Por qué me lo pides? –exclamó admirado.

–Por ley, te pertenece –le explicó con sencillez Severus– Y vale una fortuna, por si quieres saberlo.

Harry pareció sorprendido ante la idea, pero hizo un ligero gesto de rechazo con la mano:

–Bueno, sabes que yo no sabría cómo utilizarlo. Es todo tuyo.

Cuando estuvo seguro de que los Gryffindors había terminado de hacer los ruidos de admiración apropiados a propósito de la bestia, convocó a dos de sus elfos domésticos personales y les encargó la ardua tarea de recolectar los restos.

–La librería está por allí –explicó Harry, señalando la boca de la estatua de Slytherin. Todos habían traído sus escobas, y siguieron a Harry al interior. Allí pasaron gran parte del libro ojeando los libros que quedaban: Remus, Albus, Hermione y Severus estaban en el paraíso. Sirius, Ron y Harry, en cambio, se pasaron el tiempo jugando a naipes explosivos en un rincón.

El día siguiente lo pasaron Albus y Severus encerrados en la oficina del primero, leyendo los libros que habían recogido en la cámara de Slytherin, mientras Remus y Sirius se dirigían al Bosque Oscuro para buscar una larga lista de ingredientes que Severus había indicado que necesitaba para empezar sus experimentos con la poción de la licantropía. Dejaron a los cuatro Gryffindors más jóvenes pasar el día en el campo de Quidditch, jugando a la guerra de bolas de nieve, chicos contra chicas.

Finalmente, Albus y Severus bajaron a cenar, más o menos al tiempo que Remus y Sirius regresaban de su excursión al bosque. Antes de sentarse a comer, Severus repasó la lista de ingredientes, comprobando que hubiesen traído todo lo imprescindible. Aunque Sirius no había sido gran cosa en Pociones como estudiante, Remus sabía lo que se hacía y había guardado cada cosa de forma apropiada.

– ¿Dónde están los niños? –preguntó Minerva al entrar al Gran Comedor para unírseles en la cena. Severus alzó la cabeza ante esto, percatándose por primera vez de que ninguno de los chicos había vuelto del exterior. Ya había caído la noche, y era raro que no hubiesen regresado. Estaba a punto de salir a buscarles cuando las puertas del Comedor se abrieron de par en par y, para gran alarma de Severus, su hermana Diana entró corriendo, seguida de Hagrid.

– ¡Severus! –Gritó ella, con los ojos oscuros alocados, salvajes y desesperados– ¡No pude detenerle!

Un estremecimiento helado de miedo recorrió a Severus.

– ¿Diana? –Sujetó los brazos de su hermana, sacudiéndola ferozmente– ¿De qué hablas? ¿Detener a quién? –como tuviese algo que ver con Julius...

– ¡Traté de detenerle! –insistió ella, pálida y demudada– ¡Pero no pude! ¡Se han llevado a Harry!

Severus no esperó a oír más. Salió corriendo, atravesando el comedor seguido de cerca por Sirius Black y Remus Lupin. Minerva y Albus se quedaron algo atrás mientras todos se apresuraban a llegar al campo de Quidditch en el cual los jóvenes Gryffindors habían estado jugando. Fuera estaba oscuro como boca de lobo, la luna era apenas visible como un creciente delgado en el cielo. Albus lanzó varias luces mágicas para seguirles e iluminar su camino mientras corrían por los campos nevados. Cuando se acercaron, a Severus se le cortó la respiración: entre la nieve apilada para crear los fuertes, se podía ver los cuerpos inmóviles en el suelo, recordándole espantosamente aquel mismo campo cubierto por los cadáveres de Mortífagos y Aurores. Pero no había marcas de quemaduras esta vez, no había sangre. Sólo tres figuras inmóviles tendidas en la nieve.

Severus vio de inmediato que Harry no estaba entre ellos, y cayó de rodillas frente al primer cuerpo para darle la vuelta. La cara pálida e inmóvil de Hermione estaba fría al tacto, pero cuando puso los dedos en su cuello pudo notar el pulso lento pero constante.

–Está viva –dijo a los demás con alivio mientras Remus y Sirius comprobaban el estado de los dos Weasleys.

–Ellos también –anunció Sirius, mirando frenéticamente alrededor en busca de una señal de Harry. Se transformó en perro inmediatamente y se puso a buscar el rastro, moviéndose en rápidos círculos. Severus se levantó y volvió a sujetar a Diana.

– ¿Quién ha hecho esto? –Exigió saber– ¿Quién se le ha llevado? ¿Ha sido Julios? –el hechizo espía que le había puesto a Julius no se había activado, pero supuso que su hermano podía haber encontrado la forma de evitarlo. Diana pareció brevemente confusa, pero luego agitó la cabeza:

–No, Severus, ha sido Alrik. Alrik se lo ha llevado.

Tardó un momento en entender aquellas palabras. ¿Para qué iba Alrik a raptar a Harry? Entre él y su cuñado no es que hubiese una relación estrecha, pero Severus habría jurado que Alrik no sentía lealtad alguna por el Señor Oscuro. Era el pasado dudoso de Severus lo que había creado la brecha entre él y el esposo de su hermana.

– ¿Por qué? –siseó­–¿Por qué ha hecho esto? ¿Qué es lo que le ha hecho Harry?

–Nada –le dijo Diana­– No tiene nada que ver con Harry. Le han raptado para forzar al Ministerio de Britania a reconocer la deuda de sangre que tienen con las Tierras de Invierno. Le han cogido como rehén.

¿La deuda de sangre con las Tierras de Invierno? Severus recordaba vagamente algo al respecto, referencias que Alrik había hecho cuando se había casado con Diana. Pero Severus, por aquel entonces, ni siquiera se hablaba con la familia, así que no había llegado a saber la historia completa. Que Harry hubiese sido arrastrado por aquella locura era inaceptable.

– ¿A dónde le han llevado, Diana?

–A la Fortaleza de Bifröst –declaró Diana. Severus sintió que se le hundía el corazón.

–Eso está en el corazón de las Tierras de Invierno –exclamó. No podían ni volar ni Aparecerse en las Tierras de Invierno. La única forma de llegar allí era coger un bote para atravesar el Mar del Norte, una perspectiva peligrosa en pleno invierno. Se giró desesperado hacia Albus.

–Moveré hilos en el Ministerio para descubrir todo lo posible –le prometió Albus, y supo que Dumbledore iba a descubrir de qué iba ese tema sobre la deuda de sangre– Vosotros tres id en su busca, traedle de vuelta a casa.

Una rápida mirada por encima del hombro le confirmó que los tres a los que Albus se refería eran él, Black y Lupin. La mirada de negra rabia en los ojos de los dos Merodeadores fue extrañamente reconfortante para Severus. Por primera vez en su vida dio gracias por tener a los dos hombres de su lado. Sabía que, para esta misión, no hubiese podido tener mejor compañía. 

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