Severus se empeñó en estar levantado y arreglado antes de que los demás despertaran puesto que no quería responder preguntas indiscretas, como por qué estaba prácticamente envolviendo a Harry. Una vez vestido, dispuso la tetera en el fuego para hervir agua, despertando con el sonido a los demás, que empezaron a prepararse para el día que se avecinaba. Aún era temprano, no entraba luz a través de la delgada obertura de la ventana, y el cielo invernal aún tardaría en iluminarse varias horas. Pero Severus no dudaba que los demás ocupantes del castillo ya estaban levantados y preparándose para la batalla.
Hizo té para todos mientras los demás se vestían, y cuando Harry vino a por su taza, se dio cuenta de la mirada lejana que asomaba a sus ojos.