Albus llevó a Remus a la enfermería, dejando al resto de ellos volver a sus respectivos hogares. Severus agradeció poder regresar a las mazmorras: ansiaba poner punto final al día. No es que le apeteciera mucho contarle a Harry lo ocurrido con Remus, pero por Merlín, necesitaba una buena noche de sueño...
Dobby esperaba en el salón, balanceándose adelante y atrás en el sofá y canturreando para sí mismo. Se levantó de un salto en cuanto vio a Severus entrando.
–Dobby ha hecho exactamente lo que el profesor Snape pidió –le informó alegremente– Dobby metió a Harry Potter en la cama y guardó la puerta. ¡Dobby puede hacer cualquier cosa por Harry Potter!
–Gracias, Dobby –Severus asintió y despidió a la criatura. Se dirigió al dormitorio, deteniéndose un momento de camino al baño para echar un vistazo al lecho. Allí estaba Harry durmiendo, con un frasco vacío de su versión de la poción para dormir sin soñar en la mesilla. Satisfecho, Severus se quitó la ropa y se dirigió a darse una ducha rápida.
Pese a su agotamiento, se sentía inquieto y no podía evitar sentir bullir la rabia en su interior a causa de lo que Lucius había hecho. Debería haberle obligado a dar la noticia al hombre lobo en persona... hacerle arriesgar su propio cuello al enfurecer a una criatura oscura. Interponerse entre un hombre lobo y su pareja de elección era una locura. Incluso ahora podía sentir la extraña emoción que había inundado la habitación cuando Lupin había perdido el control. Parecía haber impregnado su propio ser en lo más profundo, y ahora no podía deshacerse de ella.
Pese a la ducha caliente, Severus seguía estando inquieto y molesto. No obstante, sabía que debía intentar dormir si debía estar dispuesto a enfrentarse al día siguiente.
Con un suspiro agotado se acostó junto a Harry, tomándose un instante para contemplar al joven que dormía apaciblemente a su lado. La luz de las velas bailaba sobre sus rasgos. Severus bajó la mirada hacia el pálido cuello del chico. En la camisa de su pijama, varios botones estaban desabrochados y Severus pudo percibir atisbos de las líneas de su pecho.
El chico se removió en sueños y la camisa mostró aún más, descubriendo un pezón. Severus contuvo el aliento, notando como aquel calor incómodo se desplazaba de su pecho hacia zonas más bajas, despertando un deseo súbito y doloroso. Sin pensar, alargó la mano para tocar lo que yacía ante él, dejando que sus dedos se deslizaran por la suave piel de la base del cuello de Harry, antes de bajarlos y rozar aquel pezón. Notó cómo se endurecía por el contacto. Su cuerpo sufría un ansia agónica, su miembro se había endurecido hasta el límite.
Podía probar un poco, se dijo a sí mismo. El chico se había tomado la poción, y si iba con cuidado no despertaría. Podía lamer su piel, quizás incluso paladear la suave curva de sus labios y él no sabría nada. O incluso, si tomaba precauciones y susurraba el hechizo adecuado, podía desnudarle más y ver qué delicias se le habían ocultado. Quizás pudiese descubrirle del todo... tocarle y probarle.
Y aunque el chico despertara... Severus podía hacerle desearle. Estaría adormilado y confuso, sería fácil de seducir con lo hambriento de afecto que estaba. Severus podía hacer que quisiera hacerlo, que le quisiera... ¿y por qué no, después de todo? El chico era suyo, legal, moral y mágicamente. ¿Por qué no tomar lo que le pertenecía, cuando estaba en su derecho? Negárselo era absurdo. ¿Y había algo en el mundo más delicioso que el aroma de su piel cálida? Rozó con los labios la espalda desnuda del chico.
Sólo un poco, se dijo, y dejó que su lengua se deslizara por la piel maravillosamente suave. Suspiró, aspirando aquel olor: suave y dulce como la luz del sol en primavera, cuando su propia vida había sido tan fría y vacía, solo en las mazmorras. Por debajo notaba la magia de Harry, llena de vida y de poder, embriagadora.
Se deslizó hacia arriba, dejando que sus labios resiguieran la piel del cuello de Harry, depositando un tierno beso en la línea de su mandíbula. El chico era tan hermoso, y él deseaba tanto algo perfecto en su vida, algo cálido y brillante... Y era suyo, pero si esperaba mucho alguien más podía llegar y apartarle de Harry. Una oleada de rabia le inundó ante la idea. Incluso Lucius, que no tenía gran interés por los hombres, había sentido atracción por el chico. Había algo en el joven, una chispa de vida primordial que irradiaba poder. Severus notaba cómo le llamaba, lo mismo que a todos aquellos con los que se encontraba.
No, nadie se lo quitaría, no iba a permitirlo. Harry era suyo, para tomarlo y reclamarlo. Con cuidado, capturó la boca del joven con la propia, robando el beso que durante tanto tiempo le había sido negado. Todo su cuerpo parecía pulsar con ansia y se apretó contra el chico, desesperado por conseguir algún tipo de alivio. Con la más leve de las presiones separó los labios de Harry e introdujo su lengua en ella, probando y tocando... ¡y era tan delicioso! Incluso dormido, ignorante del mundo, el chico respondía, buscaba su calor, recibía la caricia de su lengua con un gemido ahogado. Severus deslizó una mano por su cuerpo, apretando la cadera del joven contra sí, desesperado por llegar a la culminación.
El chico también estaba excitado. El corazón de Severus se aceleró. Deslizó una pierna entre las de Harry, jadeando de placer cuando el chico se apretó contra él, aprisionando su miembro con los músculos de su muslo. Intensificó el beso, explorando su boca con movimientos lentos y sensuales.
–Harry –susurró, moviéndose para colocar a Harry bajo su cuerpo y contra el colchón. Levantó la cabeza deseando encontrarse aquellos hermosos ojos verdes llenos de pasión, por verle mirarle tal y como ansiaba, como si le importara, como si le necesitara, como si le amara...
Y entonces se detuvo cuando se dio cuenta de que el chico seguía dormido, con los ojos cerrados y la boca entreabierta en gemidos inducidos por los sueños que le habría provocado la poción, completamente indefenso e inconsciente de lo que le estaba ocurriendo. Su mente se aclaró de golpe al darse cuenta, horrorizado, de lo que había estado a punto de hacer.
Se apartó velozmente del durmiente, casi cayéndose del lecho en su prisa. Estaba dolorosamente excitado, y un segundo antes casi había tomado lo que deseaba, a despecho de lo que Harry pudiese opinar del tema. Estremecido, huyó del dormitorio, cruzando el salón y entrando en la librería. Atrancó la puerta a sus espaldas, encendió el fuego de la chimenea y se dejó caer en una de las butacas que había delante de ella.
– ¡Merlín! –susurró para sí mismo. ¡Pero qué se le había pasado por la cabeza para perder así el autocontrol! No podía estar tan cansado, tan exhausto como para no darse cuenta de lo que estaba haciendo hasta que casi había sido demasiado tarde. Quizás había estado solo demasiado tiempo, quizás su autoimpuesto celibato no había sido tan buena idea. Por supuesto, Harry tenía ideas muy firmes sobre el matrimonio y la fidelidad, pero sólo tenía dieciséis años. Incluso en el caso de que planeara entregarse algún día a Severus -y en realidad poca esperanza tenía Severus de ello, puesto que la única razón para ello parecía ser la mojigatería del chico-, no tenía por qué ser ahora. De hecho, lo más probable es que pasaran años antes de que surgiera el tema siquiera. Si tras cuatro meses de matrimonio ya se encontraba en tal estado de necesidad que estaba dispuesto a destruir la confianza de Harry, quizás permanecer célibe no fuese la mejor de las ideas...
Hacía ya mucho que Severus no sentía la urgencia de tomar una pareja erótica habitual, pero quizás cuatro meses de tener la tentación en la cama era demasiado, incluso para su nivel de autocontrol. Nunca había sido particularmente promiscuo, y a medida que pasaban los años cada vez sentía menor interés. Eso no quería decir que no hubiese tenido sus escapadas amorosas de vez en cuando, tanto con hombres como con mujeres. Durante el curso no solía ni planteárselo debido a lo incómodo que le hubiese resultado, así que su soledad había sido de lo más práctica hasta ahora... que estaba en peligro de perder su autocontrol. Realmente, quizás había esperado demasiado.
Sacudió la cabeza violentamente. ¡Aquello era una locura! No tenía el menor sentido. Estaba cansado, eso era todo, y la adrenalina que había surcado sus venas en los últimos días le estaba afectando de forma extraña. Todo cuanto necesitaba era una buena noche de sueño y por la mañana estaría como nuevo.
Miró por encima del hombro hacia la puerta, planteándose brevemente volver a la cama.
Con Harry.
Estaría más caliente, por supuesto, y más cómodo. Se imaginó a Harry durmiendo y sintió un escalofrío recorrerle. ¿Realmente estaría tan mal hacerle suyo, antes de que otro lo hiciera...?
Temblando de ira, se levantó del asiento. De acuerdo, volver a la cama era una mala idea. Dormiría en la librería... tampoco sería como si se tratara de la primera vez que se quedaba dormido ante el fuego.
Sí, se dijo a sí mismo, todo volvería a la normalidad por la mañana.
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Harry se despertó sobresaltado y miró hacia el reloj, fijándose en que la manilla señalaba con firmeza la posición "Hora de levantarse". Al ver que Severus ya se había marchado, apartó las sábanas para encontrarse con que la parte delantera de su pijama estaba pegajosa y húmeda. En aquel instante le volvió a la cabeza su sueño y notó cómo su rostro se encendía, pese a estar solo en el cuarto. Se tambaleó fuera de la cama y se metió en la ducha, lanzando el pijama a la cesta de lavar para que los elfos se deshicieran del resto de la evidencia.
Dios mío, pensó avergonzado preguntándose qué había podido decir mientras dormía. No recordaba los detalles de su sueño demasiado bien, pero recordaba que había sido bastante subido de tono, y que los brazos que le habían rodeado habían sido indudablemente masculinos, lo mismo que el cuerpo contra el que había soñado apretarse... un cuerpo alto, fuerte y bien construido, tremendamente masculino.
Sabía que no era nada raro que gritara en sueños, sobre todo cuando tenía pesadillas. Ya había despertado a más de uno durante ellas. Pero, ¿sería igualmente expresivo con este tipo de sueños? ¿Le habría oído Severus? O, aún peor, pensó Harry sintiendo cómo le invadía el pánico, ¿habría aferrado a Severus en sueños, se habría frotado contra él? ¿Sería esa la razón por la cual Severus no estaba en cama cuando había despertado, pese a que debía haberse acostado mucho más tarde que él? Sintió que el rubor se le extendía al cuerpo entero al sopesar semejante posibilidad.
Ese era uno de los inconvenientes de la poción que le elaboraba Severus. La pócima contra los sueños normal impedía todo tipo de sueños, cosa que el Maestro había declarado peligroso para la salud a la larga. La que le había diseñado en exclusiva sólo bloqueaba pesadillas. Ni se le había pasado por la cabeza al chico que podía haber otro tipo de sueños que resultaran inconvenientes cuando dormía junto a otra persona... como si no tuviese bastantes motivos de preocupación ya con el resto.
Con un sentido suspiro, salió de la ducha para arreglarse. No es que sintiera demasiado entusiasmo ante el día que se le anunciaba por delante: imaginaba que se pasaría la jornada contestando preguntas a los demás Gryffindors sobre lo que le había ocurrido en las Tierras de Invierno.
Pero al menos, se dijo, estaba en casa. Había vuelto a Hogwarts, las clases iban a continuar, y todo sería normal y familiar de nuevo.
Una vez vestido, salió al saloncito en busca de una taza de té bien fuerte para comenzar la mañana. Severus le esperaba en el cuarto común. Harry hizo una pausa en el dintel de la puerta para mirar al hombre con cierta sorpresa. Severus parecía agitado y no dejaba de pasear ante la chimenea, como si algo le inquietara o enfureciera. Harry no pudo recordar haber visto al hombre actuar así, como una fiera enjaulada, y con aquella expresión tormentosa en el rostro. El Severus Snape que él conocía caminaba con fluidas zancadas, pero no daba vueltas y vueltas sin sentido. Harry sintió que se sonrojaba. ¿Sería a causa de su sueño? Se iba a morir de vergüenza como el hombre sacara el tema a colación...
Pero lo que no podía hacer era quedarse ahí mirando: tarde o temprano iba a tener que enfrentarse a los hechos. Todo el mundo tenía sueños, ¿no? Nadie podía culparle por ello. Incluso el Maestro en Pociones debía tener sueños embarazosos en alguna ocasión...
– ¿Pasa algo, Severus? –preguntó, sobresaltando al otro. Aquello también fue una sorpresa: Severus rara vez saltaba de aquella manera. El hombre dejó de dar vueltas y, por unos segundos, se le quedó mirando, antes de que aquella mueca extraña desapareciera de su cara. Tomó aliento, pareciendo recobrar la calma.
–Lo siento, estaba perdido en mis pensamientos –le dijo– ¿Has dormido bien?
Harry notó que sus mejillas ardían. ¿Era aquello una indirecta, o se lo estaba imaginando él? Quizás sólo fuese una muestra de cortesía...
–Bien –asintió, tratando de parecer despreocupado– ¿Está todo...Ha ocurrido algo?
Severus frunció el ceño y asintió, tenso:
–Sí, lo cierto es que sí. Será mejor que te sientes.
Una sensación incómoda de frío pánico invadió a Harry ante aquellas palabras. De golpe intuyó que aquello nada tenía que ver con su sueño: Severus parecía demasiado perturbado como para tratarse de eso.
– ¿Está todo el mundo bien? ¿Le ha ocurrido algo a alguien?
Severus señaló impacientemente con un gesto la silla que había delante suyo, insistiendo así en que Harry se sentara.
–Todo el mundo está bien... nadie está herido –sus palabras fueron tan precisas que poco hicieron para tranquilizarle, pero de todas formas tomó asiento, mirándole con incertidumbre. Severus volvió a sus paseos nerviosos.
–Ayer en la noche Lucius Malfoy me presentó su petición formal de enlace entre Draco y Sirius Black –empezó a explicar.
– ¿Estás de broma? –preguntó Harry, echándose a reír– ¡Es la idea más ridícula que he oído jamás!
Severus frunció el ceño:
–Te aseguro que no bromeo. Ni yo, ni él. Ignoro dónde están sus lealtades, pero Lucius ha decidido que no quiere que su hijo forme parte de los Mortífagos. Ve a Black como el medio para lograr sacarle de ese camino.
Harry miró a Severus con incredulidad: la mera idea de que Lucius Malfoy pudiese hacer algo para beneficiar a otro ser humano, aunque fuese su propio hijo, era absurda... pero que eligiera una manera tan poco probable era más que increíble.
–No puede pensar que Sirius aceptaría esa posibilidad, ¿verdad? Diablos, dudo que Draco acepte tampoco. ¡Es una tontería!
–Me parece que no lo estás entendiendo –replicó Severus– Para empezar, Draco no tiene derecho a decir nada al respecto. Si su padre le dice que se case con Sirius Black, eso es lo que hará. No es decisión suya. En cuanto a tu padrino, no tiene elección tampoco. No tiene ningún motivo legítimo para rechazar semejante alianza cuando es un vínculo tan ventajoso... hacerlo sería deshonroso.
– ¡Aceptar sería lo deshonroso! –Insistió Harry– ¡Quiere a Remus!
–Remus es un hombre lobo.
Harry se levantó de un salto:
– ¡Ya lo sé! ¿Qué tiene eso que ver?
Severus tironeó furiosamente de un mechón de su propio cabello, agitado:
–No entiendes lo que te digo. Remus es un hombre lobo, y por tanto no tiene ningún derecho legal sobre Black. No están unidos. Si el maldito no hubiese sido tan reprimido y no hubiese hecho esperar a Black, no tendríamos este problema, pero en el mundo real una oferta de honorable matrimonio procedente de la familia Malfoy tiene más peso que el amor verdadero.
Harry palideció ante aquellas palabras, antes de enrojecer al darse cuenta de lo que Severus insinuaba respecto a la "espera" de Sirius. Se sintió como si le hubiesen dado un capón por tonto.
–No es justo –protestó.
–La vida no es justa –masculló Severus.
– ¡Sirius nunca se casará con Malfoy! –Insistió Harry– ¡Y me da igual que sea deshonroso! ¡No lo haría, jamás!
–Entonces morirá –replicó fríamente Severus– Y dudo que el lobo quiera eso.
– ¡Morir! –Exclamó Harry– ¿De qué estás hablando?
Severus se pasó los dedos por el pelo, que presentaba un aspecto alocado esta mañana al no estar sujeto en una coleta como solía últimamente.
–Si rechaza la oferta de matrimonio, Lucius Malfoy irá derecho al Ministerio y presentará una reclamación al Departamento de Legados por Línea de Sangre. Tu padrino perderá su nombre familiar y su posición de Cabeza de Familia, un título que pasaría de inmediato a Bellatrix Lestranges. Una vez ella fuese nombrada Cabeza de Familia, usaría una de las antiguas formas de magia de sangre llamada Sang Mort para matar a Sirius a distancia. Probablemente, ya de paso matara también cualquier miembro de la casa Black que juzgara indigno de su apellido. Y antes de que sugieras que Sirius debería hacerle eso a ella antes, el Sang Mort es un tipo de magia muy oscura, que deforma el alma de forma irrevocable. Sólo hay unas pocas personas en el mundo capaces de ese tipo de magia, y Bellatrix es, desafortunadamente, una de ellas.
– ¡No pensaba sugerir nada por el estilo! –protestó Harry horrorizado.
–Claro que no –Severus le sonrió sarcásticamente– Un Gryffindor jamás haría algo así, ¿no es cierto?
– ¡Estás de un humor espantoso hoy! –le gritó Harry, sin entender qué ocurría. ¿Por qué Severus se mostraba tan desagradable con él? En los últimos meses no se había comportado de aquella forma. El hombre se quedó quieto unos segundos, mirándole con sorpresa. Finalmente suspiró y sacudió la cabeza:
–Tienes razón, lo estoy –asintió– Lo lamento, estoy fuera de mí.
Algo más calmado ante la disculpa, Harry volvió a centrarse en el problema que trataban:
–Sigo sin entender cómo eso puede ser posible, no obstante. Quiero decir, ¿cómo puede considerarse una propuesta honorable? ¿Es que se ha olvidado de que Sirius es un criminal buscado por la ley? ¿Cómo puede Malfoy casarse con alguien perseguido y que todo el mundo crea que es un matrimonio honroso?
–El hecho de que Black sea un criminal no quita que siga siendo el Cabeza de la Casa Black, del mismo modo que tampoco impide que los Lestranges, los Averys o los McNair voten en las elecciones pese a que todos ellos son conocidos Mortífagos. Hasta que mueran y sus títulos pasen a manos de sus herederos, seguirán siendo los maestres de familias poderosas. Sus derechos y privilegios vienen dados por la magia, no por las circunstancias legales o la moralidad vigente. ¿Nunca te has preguntado cómo es posible que Sirius siga teniendo acceso a su fortuna familiar, pese al hecho de que esté en la lista de busca y captura del Ministerio?
Lo cierto es que Harry se lo había preguntado más de una vez. ¿Cómo era posible que Sirius le comprara escobas tan caras año tras año, si no podía mostrarse en público? ¿Cómo había podido conseguir el oro de su cámara en Gringotts?
–El Ministerio tiene derecho a arrestarle, meterle en prisión o incluso ejecutarle –continuó Severus– pero hasta que no haga algo que viole el honor de la Casa Black no pueden retirarle título, tierra o propiedades. Las leyes mágicas que protegen las líneas de sangre son de las más antiguas que existen, y el Ministerio no puede hacer nada contra ellas.
– ¿Y el hecho de que la ley le persiga no atenta contra el honor de la casa Black? –preguntó Harry. Severus río sin humor al oírle decir eso:
–La casa de los Black es oscura, e incluso lanzar las Imperdonables no sería deshonroso para ellos.
– ¡Sirius no es oscuro!
–Eso no importa –insistió Severus. Harry se estremeció, pensando en el tipo de familia de la que provenía su padrino.
–Lo que me estás diciendo es que debe casarse con Draco porque Remus no tiene ningún derecho legal sobre él –clarificó Harry.
–Exacto.
– ¿Y si se vincularan o unieran ahora? ¿Sería un derecho aceptable, no? –sugirió Harry.
–No –repuso Severus– Si lo hacen cuando ya se ha hecho la petición equivale a rechazarla, y Black perdería su apellido.
–No –Harry negó con la cabeza– Esto no puede ser así. Tiene que haber algo... –se detuvo súbitamente al recordar algo que Remus le había dicho: "Sabemos que por cada alma que hay en el mundo, existe su gemelo astral. Si estas dos almas, de alguna forma milagrosa, se reúnen en vida, sabemos que no podemos separarlas. Hacer eso traería el caos. Puede provocar mucho dolor y mal, cosa que por último afectaría a toda nuestra sociedad"– ¡La Piedra del Matrimonio! –Exclamó– ¡Podemos usar la Piedra! ¡Eso desbancaría cualquier propuesta de Malfoy!
Severus le miró sin entender, de nuevo alterado:
– ¿Qué balbuceas ahora?
–La Piedra del Matrimonio –repitió Harry– si la usamos para probar que Sirius y Remus deben estar juntos, ni siquiera Malfoy podría rebatirlo. Si muestra que están unidos, incluso desde antes de esta propuesta estúpida... Es un artefacto mágico, ¡incluso Malfoy tendría que aceptar su preponderancia!
Severus le miró con incredulidad:
– ¿Y qué diablos te hace pensar que la Piedra probaría que Lupin y Black se pertenecen el uno al otro? ¡Lo mismo podría mostrar que Lupin es la pareja perfecta de Alice Longbottom!
– ¡No seas ridículo! –bufó Harry, ignorando la mirada furiosa de Severus en pro de su certeza– Si puede mostrar que tú y yo, entre los que no hay nada, podemos ser almas gemelas, seguro que mostraría que lo son Sirius y Remus, puesto que están hechos el uno para el...
Harry soltó una exclamación de sorpresa cuando una mano fuerte aferró su brazo, atrayéndole con violencia contra el cuerpo de Severus. Se encontró mirando atónito al rostro furioso de Severus, cuyos ojos parecían arder con un fuego interno.
– ¡Nada entre nosotros! –Siseó Severus– ¡Nada! Te he protegido a riesgo de mi vida, año tras año. Durante cuatro meses me he ocupado de ti, te he dado un hogar, te he dado cuanto has deseado. Fui a la guerra por ti, ¡luché por ti! ¡Y te atreves a decir que no hay NADA entre nosotros! -mientras alzaba la voz hasta gritar, su presa en los brazos de Harry fue volviéndose más férrea y dolorosa. Harry supo con seguridad que le dejaría señales. Pero lo que más le asustaba era el hecho de que no sólo era rabia lo que iluminaba los ojos de Severus: estaban amarillos, como los de Remus cuando el lobo se acercaba demasiado a la superficie de su personalidad.
–Tus ojos están amarillos –musitó entrecortadamente, demasiado aterrado incluso para moverse. ¿Le había mordido un hombre lobo? Su corazón estaba disparado a causa del pánico.
Severus le miraba iracundo y no reaccionó enseguida. Y entonces, una expresión extraña cruzó sus rasgos cuando comprendió las palabras de Harry. Su cara, que había estado roja de furia, palideció de golpe y el horror se pintó en su gesto mientras contemplaba al chico con ojos desorbitados. Soltó a Harry con un empujón brusco que le hizo trastabillar.
– ¡Oh dioses! –susurró Severus antes de abalanzarse hacia la puerta. Abrió el retrato bruscamente y se alejó por el pasillo.
Pasaron varios minutos antes de que Harry consiguiese serenarse lo suficiente como para moverse. Le temblaban las rodillas y se encontró tocándose los moretones que estaba seguro que le había causado el encuentro en ambos brazos. Un escalofrío le recorrió la espalda.
Estremecido y en shock, se dirigió hacia el dormitorio y abrió el armario. Se dejó caer de rodillas y buscó su baúl para rebuscar en su interior las pocas cosas que contenía. No tardó mucho en encontrar el viejo pergamino que buscaba. Sacó la varita de su manga y dio un golpecito con ella en el documento.
–Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
Las líneas familiares del Mapa de los Merodeadores aparecieron en el pergamino. Harry no apartó la vista de él: allí estaba Severus, dirigiéndose a la torre del director. Era aún temprano y la mayoría de alumnos aún estaban en sus dormitorios. Por un segundo se planteó correr tras Severus para preguntarle qué le ocurría. Y de pronto su extraño sueño le volvió a la mente, revivido por el extraño calor que había sentido cuando se había visto apretado contra el cuerpo del otro hombre. Sus emociones se volvieron caóticas, dejándole perdido y sin saber qué hacer. Necesitaba hablar con alguien, y no parecía que pudiese hacerlo con Severus ahora mismo.
Buscó el nombre de Remus Lupin. Le sorprendió encontrarlo en la enfermería. ¿Estaría enfermo? ¿Le habría sucedido algo a Sirius...? Pero no, Sirius no aparecía en el mapa.
–Travesura realizada –cerró el mapa y lo devolvió al baúl antes de salir. Necesitaba charlar con Remus, y cuanto antes mejor. En aquel momento, para él era como si el mundo entero se hubiese vuelto loco.
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