sábado, 16 de abril de 2022

Capítulo 39: Honor familiar

Severus dejó sus habitaciones y caminó con ágiles zancadas por el pasillo iluminado de antorchas, pero cuando pasó ante el corredor oscuro que llevaba a los dormitorios de Slytherin se dio cuenta de que la noche aún podía ir peor. Lucius Malfoy le esperaba con una sonrisa fría en su pálida cara, el bastón de cabeza de plata fuertemente aferrado por la mano enguantada.

–Lucius –suspiró Severus– ¿Qué es lo que haces aquí todavía?

–Por favor, Severus –ronroneó Lucius– ¿es esa la manera en que saludas a un viejo amigo?

–No estoy de humor para jugueteos insustanciales, Lucius –ladró Severus. Lucius río con suavidad:

–Increíble, Severus, cualquiera diría que el matrimonio con un joven tan atractivo como el Señor Potter mejoraría tu humor. Ya veo que no es así. Tal vez el Señor Potter no sea tan extraordinario como nos han hecho creer...

– ¡Ahórrate las ironías! –Gruñó Severus– Tu hijo ya dijo más que suficiente al respecto.

Lucius se encogió de hombros, suspirando de forma teatral.

–Sí, sé que Draco puede ser un tanto ordinario a veces. Me temo que lo ha sacado de la familia de Narcisa. Pero no he venido aquí a charlar sobre tu matrimonio, Severus. Tengo que hablarte de negocios.

–No estoy interesado en ningún negocio que me quieras proponer –replicó Severus, alzando la vista al cielo­– Creo que mis lealtades fueron declaradas de forma inequívoca.

–Tus lealtades –musitó Lucius– Sí, supongo... aunque me pregunto a quién respaldas, Severus, ¿a Dumbledore, o a Potter?

– ¿Acaso importa?

Lucius volvió a encogerse de hombros, dando golpecitos con el bastón en su muslo, pensativo.

–Dumbledore tiene una ideología y sus propios planes. Potter, en cambio... –sonrió súbitamente– Eso casi puedo entenderlo. Hasta ahora no me había percatado de lo atractivo que se ha vuelto el joven. No puedo reprocharte que saltaras sobre la oportunidad cuando estuvo a tu alcance.

Severus sintió una rabia fría y sorda al oír aquellas palabras. El rubio parecía divertido e intrigado... algo que no le gustó nada en absoluto.

–Me parece difícil de creer que puedas compartir tal interés.

Lucius se río al oírle:

–Oh, créeme, Severus, no soy ciego. Siempre he preferido las mujeres, pero el Señor Potter tiene un aura de poder que no había visto desde...

– ¿Desde el Señor Oscuro? –finalizó Severus por él, mirándole con frialdad. Si pensaba en comparar a Harry con Voldemort es que realmente estaba ciego.

–Sí –asintió Lucius– desde entonces.

– ¿Cuál es el problema, Lucius? –Se burló Severus– ¿La rosa perdió su encanto?

Una expresión extraña cruzó los rasgos de Lucius, una sombra de incomodidad que Severus nunca había visto en él.

–El Señor Oscuro se ha vuelto loco, Severus.

–Siempre lo estuvo.

–No así –Lucius negó con la cabeza– Esto es distinto... inenarrable.

Severus le miró con incredulidad:

– ¿Estás pidiendo protección, Lucius? ¿Vas a unirte a Dumbledore...?

– ¡No! –Siseó Lucius con furia– ¿Unirme a Dumbledore y su patético bando de amantes de los muggles? ¡Nos tendría de rodillas y besándoles los pies!

– ¿Y qué diferencia hay entre eso y...? –empezó Severus, para ser cortado por el otro.

– ¡No empieces, Severus! No estoy hablando de mí o del Señor Oscuro. Hablo de Draco.

– ¿Draco? –Severus le miró con sorpresa. ¿Qué pretendía ahora...?

–No necesito la protección de nadie. Haré lo que sea preciso para cuidarme yo sólo, pero no quiero que mi hijo quede implicado en esta locura. Ya le empiezan a rondar extrañas ideas por la cabeza...

Severus se quedó algo sorprendido al ver el nuevo rumbo que tomaba la conversación. ¿Qué podía haber hecho Draco para provocar aquel extraño comportamiento en su progenitor?

– ¿Qué tipo de extrañas ideas? –preguntó con cautela. Lucius pareció vagamente disgustado ante sus propios pensamientos:

–Perversiones –bufó– Supongo que debe ser a causa de la sangre de los Black. Tienen una genealogía impecable, pero sus gustos eróticos siempre han sido... particulares. Bellatrix se abría de piernas para cualquiera, mientras que Narcisa las tiene cerradas a cal y canto. Y Andrómeda... –se estremeció horrorizado– ¡Un muggle! Mejor hubiese hecho en morir como Regulus, antes que contaminar su sangre de esa forma –sonrió de lado repentinamente– ¿Le dijiste a tu amadísima Orden cómo murió exactamente Regulus... o mejor dicho, debajo de qué?

Severus notó cómo su estómago se contraía ante el recuerdo, pero mantuvo su rostro impasible con un esfuerzo. Consideraba aquella mentira piadosa a la Orden acerca de la muerte Regulus su único gesto de bondad hacia Sirius Black, que jamás hubiese podido soportar la verdad sobre su hermano.

Regulus, al igual que Bellatrix, poseía un apetito sexual obsceno e incontrolable, que ni las reuniones orgiásticas podían satisfacer del todo. Su vida había finalizado en una de aquellas fiestas, cuando se dejó persuadir por Bellatrix para intentar saciar los instintos de un troll de las montañas. La criatura había reducido la cabeza de Regulus a una masa irreconocible mientras le aplastaba contra el suelo y violaba violentamente el cuerpo. Para cuando los demás Mortífagos habían logrado sacarle de encima al troll, poco quedaba de su rostro.

Incluso ahora, el mero recuerdo ponía enfermo a Severus. Aquella historia que se había inventado sobre el cambio de lealtades de Regulus y su deseo de escapar a los Mortífagos, sólo para encontrar un heroico final a manos del Señor Oscuro, había sido mucho más fácil de contar que la cruda realidad.

– ¿Qué tiene eso que ver con Draco? –preguntó, rehusando picar en la trampa de Lucius. Sólo esperaba que Draco no hubiese expresado deseos parecidos...

–Draco no lo ha admitido, por supuesto, pero comienza a desear cosas que no debería –explicó Lucius– cosas que están por debajo de él. Necesita a alguien poderoso, que pueda mantenerle a raya y satisfacer sus deseos cuando despierten. He decidido casarlo.

– ¿Por qué me cuentas esto? –preguntó Severus, sorprendido. Lucius frunció el ceño:

–Creo que es obvio. No puedo casarlo con ninguno de mis actuales socios y soñar con mantenerlo apartado de la locura del Señor Oscuro. No, tiene que unirse a alguien de tu bando, pero por supuesto tenemos un problema de rango. La mayoría de los integrantes de tu Orden son indignos, exceptuando tu propia línea de sangre.

Severus tuvo una súbita y aterradora idea: sólo podía haber una razón para que Lucius le planteara aquel tema, que pretendiese crear un enlace matrimonial con alguien de su familia.

–Merlín, ¿no te referirás a Julius?

Lucius pareció indignado ante aquella propuesta:

– ¿El benjamín de una familia de cinco hermanos? ¡Estás loco! No, mi hijo se unirá a un heredero de sangre y cabeza de familia, o con nadie en absoluto.

Aliviado, Severus negó con la cabeza:

– ¿Entonces para qué me estás contando esto?

–Porque sólo hay una persona disponible en tu bando que sea de sangre y posición apropiadas –dijo Lucius con una sonrisa torcida–Y ahora, gracias a tu matrimonio, es un miembro más de tu familia. Así pues, presento mi petición formal de matrimonio entre Draco Malfoy y Sirius Black.

Severus se quedó mirando a Lucius atónito, incapaz de creer lo que acababa de oír. Ni siquiera su aguzado control de sus emociones pudo evitar que la incredulidad se plasmara en sus rasgos:

– ¡Estás loco! –Gritó– ¿Sirius Black?

–No hay nadie más que sea apropiado entre los tuyos ­–dijo Lucius, encogiéndose de hombros una vez más.

–Black pretende unirse a Remus Lupin –le dijo Severus.

–Exactamente, "pretende" –replicó Lucius– Por tanto, no están vinculados todavía, y puesto que por la presente ley Remus Lupin es poco más que un animal, mi propuesta tiene preferencia sobre cualquier acuerdo no escrito que pueda existir entre ellos.

– ¡Dile eso al lobo furioso que destripará a tu hijo!

–Que lo intente, y será eliminado como la criatura que es –Lucius apretó con fuerza la cabeza plateada que decoraba su bastón– Que se acerque a mi hijo medio milímetro, y le caerá encima una orden de eutanasia tan rápido que no verá salir la siguiente luna.

–Lucius, no seas insensato –protestó Severus– Black nunca lo aceptará.

–Black no tiene elección –insistió Lucius– Mi propuesta es perfectamente honorable, y sin un impedimento de tipo legal tiene que aceptarlo o renunciar a su apellido.

–Preferirá lo segundo.

–No, no lo hará –Lucius se río– Por muy Gryffindor que sea, su nombre le importa. Pero más importante que eso, ¿has olvidado a quién iría a parar el puesto? En cuanto tuviese el título, Bellatrix usaría magia de sangre contra él, y Sirius moriría en una semana. Creo que bajo esas circunstancias, incluso tu mascota hombre lobo le obligaría a aceptar... así son los Gryffindor. Y hablando de eso, Sirius es pariente de Draco. ¿Sería capaz de abandonarle en garras del enajenado Señor Oscuro, estando en posición de salvarle?

Severus dudaba mucho que Black fuese a preocuparse mucho por el chico, pero la amenaza de la magia de sangre en cambio era muy real. Un miedo enfermizo le inundó:

–Lucius, no lo hagas. No va a salir nada bueno de esto.

–Ya he tomado mi decisión –dijo Lucius mirándole ceñudo– Presentarás mi oferta, y no pienso oír ni media palabra en contra –­se volvió con altivez y se alejó en dirección a la puerta principal de Hogwarts.

Severus tardó un largo momento en reaccionar. Se había quedado mirando cómo el hombre se alejaba. Se sentía vagamente mareado por un presentimiento. Aquello no podía ser bueno. Oh, no es que le importara demasiado el azucarado romance entre Lupin y Black, no en realidad, aunque era algo penoso que Lupin perdiera lo que deseaba tras tantos años de dedicación. Más patético que penoso, pensó.

¡Oh, diablos...! Suspiró. Triste, sí. Era un asunto realmente desgraciado. Y mientras que un estoico Slytherin aceptaría la situación y seguiría adelante, los Gryffindors tendían a venirse abajo ante aquel tipo de adversidades. Y Harry... Severus sacudió la cabeza. ¿Qué iba a pensar Harry de aquello? Adoraba a su padrino, lo mismo que adoraba al condenado hombre lobo. No iba a tomarse bien aquel asunto. Nadie lo haría, cosa que quizás fuese el fin que Lucius perseguía.

Supuso que a aquellas horas Dumbledore y los demás habrían acabado de limpiar el castillo, así que se dirigió hacia la habitación donde se habían reunido. Los demás acababan de llegar. Severus hizo una pausa y miró a los presentes: además de Albus y varios miembros del cuadro académico que sin duda debían estar ansiosos por descubrir lo ocurrido durante los últimos días, se habían quedado Molly, Arthur, Bill, Charly y Percy, dejando a los gemelos en la torre. Pero fue hacia Remus que se dirigió su mirada, temiendo la tarea que debía realizar. Sólo esperaba que el hombre lobo se tomara las noticias bien, pero no contaba con ello.

– ¿Todo bien con Harry? –preguntó Albus al verle en la puerta. Severus asintió y entró al cuarto, permitiendo así que Minerva y Flitwick pudiesen asegurar la puerta con un hechizo de seguridad–­. Bien, entonces –dijo Albus con un guiño– tras la actuación extraordinaria de tu cuñado, supongo que Remus y tú tendréis una historia bastante reseñable que contarnos.

–No puedes ni imaginártelo –suspiró Severus. Echó un vistazo a Remus, que le dedicó una sonrisa animosa. Comenzó a contar lo ocurrido a los presentes. Durante la mayor parte del relato escucharon en silencio, interviniendo sólo ocasionalmente para solicitar aclaraciones. Filius Flitwick preguntó dos veces qué hechizo había realizado Harry para mover el monolito, y luego se quedó en silencio, con expresión atónita. Recobró la voz para preguntar qué hechizo había utilizado el chico para sellar el Pozo.

Severus finalizó el relato sin dejarse el extraño sueño que Harry había tenido antes de la batalla. Curiosamente fue éste quien más llamó la atención de Albus. El viejo mago se recostó en su sillón, acariciándose la barba pensativo.

– ¡Ay, bendito! –Exclamó Flitwick cuando Severus terminó de explicar lo ocurrido– ¡Hacía tiempo que no oía una historia tan extraordinaria! Me parece que no hemos exigido lo suficiente del Señor Potter en clase, si esto es un ejemplo de lo que es capaz.

–Estoy de acuerdo –­replicó Minerva– Hizo un trabajo impresionante con sus hechizos. Sabía que el chico era poderoso, pero esto ha sido completamente inesperado.

Albus se río con suavidad al oírles:

–El Señor Potter tiene la costumbre de realizar lo inesperado –miró pensativo de Remus a Severus– ¿Creéis que tiene la menor idea del significado simbólico de su sueño?

Fue Remus quien contestó:

–No, creyó que se trataba de algo referente al emblema de Ravenclaw.

–Bueno, no importa... esto representará una carga mayor para Harry en los días venideros –Albus suspiró– Por la mañana, va a ser portada de todos los periódicos del mundo, y tendremos que andarnos con ojo para que Fudge no alborote demasiado. No se va a tomar lo ocurrido a la ligera. Me temo que verá sus posibilidades de reelección reducirse drásticamente y tomará medidas desesperadas. Menos mal que Sirius pudo regresar a las Tierras de Invierno, no sería saludable para él quedarse en Inglaterra con el actual clima político.

Severus suspiró, dándose cuenta de que no podía retrasar más las nuevas.

–Tengo una noticia más, Albus, una que no le va a gustar a nadie –comenzó a decir. Todos se volvieron a mirarle– Lucius hizo un alto en su camino para hablarme cuando me dirigía hacia aquí. Al parecer, le preocupa el comportamiento cada vez más demente del Señor Oscuro, y ha decidido sacar a Draco de su área de influencia.

– ¿Quiere que le demos asilo a su hijo? –dijo Albus, sorprendido.

–Más o menos –asintió Severus– Me ha presentado su petición formal de matrimonio para el enlace entre su hijo Draco Malfoy y Sirius Black.

– ¿Qué? –Remus se levantó de un salto, casi tirando el enorme sillón en el que había estado sentado– ¡Es ridículo!

–Tal vez, pero quiere que Draco en el lado de la Luz, y en su opinión sólo hay una persona con suficiente alcurnia para ello: Black.

– ¡Sirius no lo aceptará! –insistió Remus colérico. Una extraña oleada de magia invadió la habitación ante sus palabras, no magia accidental como la que Harry desprendía a menudo, sino algo distinto, algo salvaje y tosco, algo que hizo que todos se estremecieran por efecto de una emoción ardiente. Severus vio como varios de los presentes se apartaban del furioso hombre lobo.

–No puede rechazar la oferta –explicó Severus– Vosotros dos no estáis vinculados. No tiene una razón aceptable para declinar un matrimonio de este nivel. Si lo hiciera, perdería su nombre y su posición como Cabeza de Familia. El título iría a parar a manos de Bellatrix Lestranges, y ella utilizaría el Sang Mort contra él... probablemente también contra Andrómeda. Estarían muertos en menos de una semana. No tiene elección: tiene que casarse con Draco.

– ¡No! –gritó Remus. Aquella energía ruda explotó en torno a ellos. Todos pudieron ver el momento exacto en que la rabia resultó excesiva para el hombre lobo y perdió el control, tornándose sus ojos completamente amarillos, su boca retorciéndose en una mueca cruel. Levantó el enorme sillón en el que había estado sentado como si no pasara nada, en una demostración de fuerza imposible, y lo lanzó a través del cuarto. Hagrid y Bill tuvieron que esquivarlo cuando fue a estrellarse contra la pared, reduciéndose a astillas. Antes de que Remus pudiese dar un paso más, todas las varitas de la sala le apuntaban ya. Fue Albus el primero en hacer blanco.

Ni siquiera la inmunidad natural del hombre lobo fue suficiente para detener el poder de la magia de Dumbledore. Se desplomó, inconsciente. Un silencio derrotado se adueñó de la habitación. Fue Molly quien se adelantó para girar el cuerpo y apartarle el cabello de la cara.

–Oh, Albus –­gimió­– ¡no puede haberse vuelto salvaje! ¡Remus no! Se pondrá bien, ¿verdad?

Albus parecía profundamente turbado:

–No lo sé, Molly. Remus es uno de los hombres más íntegros que conozco. No creo que pierda los papeles a causa de esta noticia –frunció el ceño, mirando a Severus– Aunque podrías haber elegido un momento más oportuno para contarnos esto, Severus.

– ¿Un momento más oportuno? –gruñó Severus, sintiéndose desubicado y asustado, pero nada dispuesto a admitirlo– ¿Qué sugieres, Albus? ¿Qué se lo dijera cuando estábamos a solas, para que pudiese destriparme sin testigos? ¿O debería haber esperado a que fuese el propio Black quien se lo dijera, para que el lobo tomara por fuerza lo que se le negaba, haciendo que arruinaran su amistad, incluso?

– ¡Pero Sirius no puede casarse con ese niño mimado! –Protestó Molly– Ni él ni Remus se lo merecen. ¡Ya han pasado por bastantes dificultades!

–No sé –admitió Albus– Quizás encontremos una solución, pero por el momento creo que lo mejor será que llevemos a Remus a la enfermería.

– ¿Y qué hacemos con Black? –Inquirió Severus– No tengo más opción que transmitirle la oferta de Malfoy.

–Es razonable pensar que tardaremos días en saber dónde va a residir Sirius –respondió Albus, pensativo­– y también lo es que, tras conocerla, pase un tiempo antes de que tengas la posibilidad de hablarle en persona. Después de todo, un tema tan importante no puede hablarse por carta, y más teniendo en cuenta que hay que tomar precauciones ya que el Ministerio le persigue. Creo que esperar un poco antes de informarle no hará daño a nadie. Quizás para entonces hayamos encontrado una salida a la situación.

– ¿Qué ocurrirá si Remus se ha vuelto salvaje? –preguntó Molly, con miedo en los ojos. Albus le dio unas amables palmaditas en la espalda.

–Ya nos preocuparemos por eso más tarde, cuando sepamos más acerca de su estado mental. De momento,todos deberíamos irnos a dormir. Mañana será un día... –sacudió la cabeza antes de continuar­– inusual, por decirlo de alguna manera.   

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