Cuando Severus se ofreció a enseñarle a usar la espada, Harry no había sabido qué esperar. La idea le había parecido excitante, puesto que parecía atraer a cierta parte suya instintiva, un rasgo Gryffindor que no podía evitar poseer. No obstante, las clases habían sido excitantes en más de un sentido.
No estaba muy seguro de por qué Severus le había ofrecido enseñarle. En cierto sentido, resultaba poco propio de él emplear su tiempo en algo así. Que Severus le dedicara sus ratos libres significaba más para Harry de lo que hubiese podido poner en palabras; el que le enseñara con tal paciencia y le diese tantos ánimos era ya increíble. La forma en que Severus le había motivado hacía que Harry sintiese una calidez que le resultaba completamente desconocida e inexplicable.