Harry huyó de la mazmorra rogando por no encontrarse a ningún Slytherin de camino al comedor. Estaba seguro de que la mayoría de los alumnos ya estarían despiertos y en marcha, siendo el primer día de clase. Generalmente la mayoría estaba demasiado emocionada para dormir. No estaba muy convencido de desear encararse a sus amigos, sin saber cuál sería la reacción que tendrían. Había demasiadas variables. Aún no había aceptado el hecho de haberse casado, con un hombre para más señas… Por mucho que dijera Hermione de que en el mundo de los magos no había los mismos prejuicios que en el de los muggles, el tema le dejaba en blanco. Y para colmo, el hombre en cuestión era nada menos que el profesor más odiado, Severus Snape. Lo más seguro era que los demás le estuviesen poniendo verde.
Como había supuesto, el comedor estaba ya atestado, y tal y como Harry se dirigió a la mesa de Gryffindor, casi todo el mundo se giró para mirarle con fijeza, mientras los murmullos brotaban a su paso. Sintió que su rostro enrojecía. De golpe, el pequeño anillo de oro en su diestra parecía una enorme cadena.
Ron y Hermione le estaban esperando y ambos se levantaron
de un salto para saludarle cuando se acercó. Ron le tomó del brazo y le empujó
hacia un asiento, mientras que Hermione se movía para hacerle sitio entre los
dos. Se sintió agradecido por su consideración debido a las miradas que estaba
recibiendo por parte de Seamus, Dean y Neville. Sobre todo la de Neville. El
chico parecía a punto de estallar.
– ¿Todo bien, Harry? –preguntó Ron, echándole un vistazo
de advertencia a los demás.
– Estupendo –le aseguró Harry. Seamus y Dean no apartaban
los ojos del anillo. Los de séptimo año a un lado y quinto al otro tampoco lo
hacían. Varias copias del Profeta pasaban de mano en mano por la mesa. Cada vez
que alguno de los presentes le echaba un vistazo inmediatamente alzaba la vista
para mirar a Harry con incredulidad. Ginny Weasley le contemplaba como a punto
de romper a llorar. Harry se removió en el asiento, incómodo.
– ¿Estás bien? –le susurró Hermione.
–Estupendo –repitió. Hermione y Ron intercambiaron una
mirada algo extraña.
–Quiero decir, estás… Snape no…
– ¡No! –exclamó, mirándoles horrorizado. Le pareció
particularmente extraño ver a Ron curiosamente aliviado por su respuesta. No
habréis pensado realmente que…
– No me fío ni un pelo de ese bastardo grasiento –señaló
Ron– Es capaz de cualquier cosa.
Seamus, al que acababan de pasar el Profeta, lanzó el
periódico delante de Harry.
– ¿Es eso cierto? –exigió saber. Harry le echó una mirada
a la primera página. En brillantes letras rojas se leía: "¡Golpe social
del siglo! ¡Severus Snape desposa al Chico que vivió!"
Los ojos de Harry se desorbitaron: no era precisamente el
tipo de artículo que hubiese esperado. Se había figurado que insinuarían toda
clase de calumnias sobre su vida privada y su súbita relación con uno de sus
profesores. Pero de nuevo el mundo mágico le sorprendía: el artículo se
centraba en cómo el profesor Snape parecía haber conseguido algún tipo de
triunfo social espectacular. Mencionaba el que su familia había perdido su buen
nombre a causa de rumores de asociaciones con Magos Oscuros tanto por parte de
Severus Snape como por parte de su padre Octavius Snape. Al casarse con Harry
Potter, parecía que Snape había conseguido lo inesperado, limpiar su buen
nombre y restaurar una de las familias más antiguas del mundo Mágico en su
previo estatus de respetabilidad, puesto que obviamente ni Harry Potter ni el
Director Dumbledore (sospechoso de haber ejercido de mediador en el matrimonio)
hubiesen aceptado semejante unión de haber sido ciertos alguno de los rumores
que acusaban a Snape de sentir simpatías por los Mortífagos.
El artículo a partir de ahí continuaba hablando de
diversas reacciones de familias de alto copete, y como algunas de ellas
deberían encontrar mejor manera de probar sus propias lealtades, no fuera que
se encontrasen con el Ministerio investigando los rumores que corrían sobre
ellas. Terminaba con citas de varios candidatos a Ministro que Harry jamás había
llegado a conocer explicando su implicación en las jubilosas nupcias. No había
ni una sola referencia a sus géneros o la diferencia de edad. Harry contempló a
Hermione completamente obnubilado. Ella se encogió de hombros.
–Te lo dije.
– ¿Entonces es verdad? –repitió Seamus.
Harry asintió mientras le devolvía el periódico. El
anillo de su mano resplandeció en la luz matutina. Neville jadeó sorprendido.
– ¡Harry! –Agitó la cabeza– ¿Por qué no nos lo dijiste?
– ¿Deciros el qué?
– ¡Que estabas planeando casarte con Snape! –Exclamó
Seamus– No es por lo que dije ayer de su dinero, ¿verdad? Dime que no fue por
eso…
– ¡Por supuesto que no! –Harry casi se atragantó al
pensarlo.
– ¡Pero con Snape, Harry! –Casi sollozó Neville– ¡El
profesor Snape! ¿Cómo lo soportas?
Harry no supo muy bien cómo contestar a esto.
– ¡Por Dios, Harry! –Se estremeció Dean– Puedo entender
un matrimonio concertado por buenos motivos, pero eres la última persona que
necesitaría hacer algo así. ¡Y elegir a alguien como Snape!
Una vez más Harry tuvo la sensación de que había algo en
la sociedad de los magos que no estaba comprendiendo. Se giró hacia Hermione,
esperando una explicación. Estaba bastante pensativa:
–No es tan inusual que las familias más antiguas
concierten matrimonios de conveniencia entre sus herederos –explicó–
Normalmente se hace para mejorar el estatus social o aumentar las riquezas. Y
como puedes ver, por parte de Snape ha sido un enlace brillante, pero tú no
necesitabas aumentar tu estatus. No puedes ser más famoso.
– ¿Así que todos están asumiendo que me he casado con él
por su dinero? –preguntó Harry con incredulidad.
–Eso me temo –asintió ella– Obviamente no te casaste con
él por amor. O lujuria –y añadió tras una breve consideración– O afecto. O vaga
apatía.
– ¡Pobre, pobre Harry! –exclamó Neville– ¡Oh, Dios!
¡Casado con ese horrible monstruo!
– ¡Neville! –Siseó Harry– ¡Déjalo ya!
Seamus le dio una suave palmada en la espalda a Neville:
–Sí, venga, Neville, es al compañero vinculado de Harry
al que estás insultando ahora…
La cara de Neville se retorció miserablemente y contempló
a Harry horrorizado.
– ¡No quería decir eso! –Añadió Harry rápidamente–
Simplemente quiero decir que… ¡Diablos! –miró a Ron– ¿No les has contado nada?
Ron se encogió levemente de hombros.
–Tampoco sé muy bien qué les podría contar…
Harry suspiró. Imaginaba que no iba a servir de mucho dar
detalles sobre el retorcido plan de Fudge, pero tampoco tenía ganas de dejar
que todos los otros Gryffindor creyeran que se había casado con Snape por su
dinero, o que Snape le había engañado de alguna forma para recuperar su buen
nombre.
–Fue por mi seguridad –les dijo– Por Voldemort –al decir
el nombre fue coreado por gemidos y estremecimientos de horror– Por
Yasabéisquién –se corrigió– Porque Snape puede ayudarme a protegerme.
Seamus se le aproximó.
Harry, ¿estás seguro que es de fiar? Quiero decir,
seguro que hay alguien mejor que Snape. Incluso es posible que él mismo sea
Mortífago. Es muy amigo de Lucius Malfoy, y todos sabemos que ese tipo es un
manipulador retorcido, ¡hasta en el Ministerio lo dicen!
Harry frunció el ceño. Aquello era demasiado: podía no
gustarle el hombre, pero confiaba en él. Admiraba su valor. Snape había
arriesgado su vida más veces que nadie espiando a Voldemort para mantenerles a
todos a salvo, y ese era todo el agradecimiento que recibía. Casi podía
entender por qué el hombre disfrutaba tanto atormentándole a propósito de su
popularidad.
–Sí, estoy seguro –insistió Harry– Tal vez no lo sepáis,
pero me salvó la vida varias veces los últimos cinco años.
– ¿¡Snape!? –Preguntaron Neville y Dean al unísono– ¡Pero
Harry, si te odia!
Harry no tenía respuesta a esto. Tenían toda la razón,
Snape le odiaba.
–Bueno, mucha gente me odia –señaló– Eso no significa que
automáticamente sean todos malvados.
–Sí, lo hace –insistió Seamus.
–Pues a Snape, no –repuso Harry– Dumbledore confía en él.
Esto pareció convencerles un poco más, pero las miradas
de simpatía no disminuyeron un ápice.
–Por Dios, Harry –se estremeció Dean– no quiero ni
imaginar cómo vas a aguantarlo. Vivir con ese… ese… tipejo.
–Nada de volver a salir fuera de horas –señaló Seamus– Te
pillará seguro.
–Será como una detención permanente –exclamó Neville.
– ¡Ya es suficiente! –les regañó Hermione– Estáis
hablando de la vida de Harry. ¿Cómo os sentiríais vosotros en su lugar?
– ¡Fatal! –Exclamaron al unísono– ¡Ahí está!
Harry suspiró. Aquel iba a ser un año muy largo.
Las preguntas no terminaron ahí: el resto de Gryffindors
querían sus propias respuestas y unos cuantos Ravenclaws y Hufflepuffs se les
unieron para intentar descubrir qué sucedía. Únicamente los Slytherin mantenían
sus distancias, lanzando miradas que cortarían la leche. Sin embargo, aunque
Harry sintió tanta presión de preguntas y susurros que creyó que iba a
ahogarse, la llegada de Snape fue aún más espectacular: un silencio de muerte
le siguió, cada par de ojos de la sala fijo en él como tratando de descubrir
algo distinto, algo nuevo en él, algo que había pasado desapercibido hasta
ahora y que podía haber lanzado al Chicoquevivió a sus brazos.
Snape se sentó a la mesa de profesores, saludó a sus
compañeros con un gesto de cabeza, y entonces lanzó sobre todos y cada uno de
los alumnos su mirada más punzante y helada. Tuvo su efecto habitual: todo el
mundo miró a otro lado y volvió a sus susurros y especulaciones.
Harry lanzó un vistazo nervioso a Snape, fijándose en
cómo éste estaba leyendo el artículo de portada del Profeta. Al parecer, no le
había gustado lo más mínimo. Harry no podía adivinar qué motivo podía tener
para estar tan furioso: todo el mundo parecía pensar que había hecho algo
maravilloso. En cambio, Harry parecía un mercenario que se vendía por dinero.
No podía imaginarse nada que le viniese más cuesta arriba que el resto del día.
Las preguntas no cesaron. Harry tuvo que repetir una y
otra vez las mismas respuestas durante todo el día. Y pese a sentirse bastante
acorde a lo que le decían, empezaba a cansarse de las expresiones de simpatía
de sus compañeros. Lo cierto era que, por mucho que le disgustase Snape, no era
ni mucho menos tan malo como los Dursleys. Al parecer no tenía intención de
golpearle o dejarle sin comer, ni tampoco esperaba ninguna clase de servicio de
él. Y le había agradecido realmente la taza de café de aquella mañana, para gran
sorpresa de Harry. De todos modos estaba preocupado por la clase de Pociones.
Siempre se le había dado mal, aunque no entendía por qué. Lo intentaba con
todas sus fuerzas, pero no parecía que eso marcase ninguna diferencia, y Snape
se aseguraba de que su disgusto ante esto fuese patente y bien conocido de
todos. Para colmo, era clase compartida con Slytherin. Harry odiaba aquella
clase. Si no fuese por la ayuda de Hermione, nunca habría conseguido su TIMO
del año pasado.
Para cuando la clase de Pociones comenzó, la última del
día, Harry ya estaba agotado y más que dispuesto a gritarle a cualquiera que le
dijese media palabra de más. Afortunadamente, la mayoría de Gryffindors se lo
habían figurado… además de que ellos también odiaban aquella clase. Sin
embargo, aún había que soportar las miraditas y risillas que provenían del otro
lado del aula, del sector de los Slytherin. Se preguntó cómo habría hecho Snape
para soportar aquel día sin matar a nadie.
Al parecer, se contenía a duras penas, se dijo al ver la
expresión granítica del hombre al entrar como un vendaval en la sala, con la
túnica negra aleteando a su alrededor. Todo el mundo calló al instante,
incluyendo a los Slytherin.
–En esta clase vamos a estudiar pociones avanzadas para
que se preparen para sus finales. Eso significa que la mayoría de pociones que
tratarán durante este año serán volátiles –anunció Snape cortando el denso
silencio– Para aquellos cuyo vocabulario es escaso, esta palabra significa que
son peligrosas, inestables y, en gran parte, explosivas –esta frase fue dirigida
al lado de los Gryffindor– Debido a este hecho espero de ustedes una
concentración excelsa y atención minuciosa al detalle. Me gustaría mantener al
mínimo los índices de muerte y desmembramiento, así que si encuentro a algún
estudiante, ¡CUALQUIER estudiante! –Lanzó una mirada iracunda a los Slytherin,
que se encogieron sorprendidos– haciendo algo que yo pueda considerar un
peligro, una jugada maliciosa o incluso un despiste involuntario, ¡adquirirá
automáticamente la categoría de voluntario para probar las pociones de mis
estudiantes de primer año! –la amenaza era bastante aterradora, puesto que
todos recordaban algunos de los desastres que habían creado durante su propio primer
curso. Todos se removieron en los asientos, incómodos– Encontrarán una caja en
sus mesas llena de ingredientes altamente tóxicos. ¡Tomen pluma y pergamino y
procedan a catalogarlos todos!
Harry se emparejó con Ron, y ambos empezaron a trabajar.
Hermione les identificó los más peligrosos antes de que pudiesen herirse con
ellos. Snape no había bromeado al decir que el contenido de la caja era tóxico:
muchos de los ingredientes eran venenosos al tacto. Harry se percató de que
Snape pasó la mayoría de la clase inspeccionando, con una botella sin etiqueta
en la mano. Probablemente un curalotodo, se dijo.
Casi logró pasar la clase entera sin un paso en falso,
hasta que los Slytherin decidieron que aquello estaba demasiado tranquilo.
Mientras Snape estaba distraído con Dean Thomas, Pansy Parkinson tomó uno de
sus ingredientes con un par de pinzas de hierro y lo lanzó a través de la
habitación de lleno hacia Harry. Adivinando que, fuese lo que fuese, era peligroso,
Ron y Harry esquivaron con rapidez y la cosa aterrizó con un sonido húmedo
sobre su pupitre. La silla de Harry cayó a un lado con un ruido escandaloso.
– ¡Señor Potter! –aulló Snape. Harry se quedó helado al
ver cómo Snape avanzaba hacia él– ¿Hay alguna razón por la cual tienen ustedes
una hoja de Fuego dragón sobre la mesa pese al hecho de que les he dicho
específicamente que no deben sacarlo de su contenedor de seguridad?
Hoja de Fuego dragón. Harry se estremeció: si aquello les
hubiese dado a Ron o a él, les hubiese devorado la piel. Por un momento se
debatió en la duda de si decir o no a Snape que Pansy se lo había lanzado, pero
decidió que lo más probable era que no le creyese. Snape nunca tomaba partido
por Gryffindor en contra de sus Slytherins.
–No, profesor –dijo en voz baja.
La mirada de Snape ardió con furia.
–Diez puntos menos para Gryffindor, Potter –siseó– ¡Y
limpie este desastre!
Las expresiones triunfantes de los Slytherin fueron casi suficientes
para que Harry mandase su prudencia a hacer puñetas y les devolviese aquella hoja
venenosa con un buen saque, pese a la vigilancia de Snape, pero lo que menos
quería ahora era perder aún más puntos. Era el primer día de clase y ya tenía
ese tema cubierto… Ron lanzó a la espalda de Snape una mirada de incredulidad y
resentimiento mientras ayudaba a Harry a retirar la peligrosa sustancia de la
mesa.
–Toma lealtad familiar –murmuró por lo bajo Ron.
– ¿Acaso esperabas otra cosa? –preguntó Harry en el mismo
tono.
–No realmente –admitió el pelirrojo– Al menos no te ha
castigado con detención. ¡Qué horror! Recibir detención de tu compañero
vinculado… Como si no tuvieses que pasar ya bastante tiempo con él tal y como
están las cosas.
Limpiaron aquel desastre para acabar justo al tiempo que
la clase. Snape les dejó salir a todos. Harry se encontró a los Slytherin
esperándole en el pasillo, con miradas de alegre malicia que le revolvieron el
estómago.
–Diez puntos menos para Gryffindor –se burló Malfoy– No
sabes ganar, ¿verdad, Potter? Debes ser realmente malo en ello si sigues
perdiendo puntos después de tirarte encima del profesor.
La insinuación sexual fue la proverbial gota que colma el
vaso. Harry ni siquiera se molestó en sacar la varita, simplemente golpeó a
Draco con todas sus fuerzas dándole justo en medio de la mandíbula y lanzándole
al suelo, sobre sus posaderas. Los gritos de ultraje y diversión de los otros
Slytherin y Gryffindor fueron seguidos de las varitas al ser alzadas por ambos
bandos. Hubo una pausa cargada de tensión. Draco parecía anonadado, mirando a
Harry desde el suelo con los labios partidos y ensangrentados, como si no
pudiese creer que Harry le hubiese dado realmente un puñetazo. Pero antes de
que nadie pudiese lanzar ni una sola maldición, la silueta oscura de Severus
Snape se cernió sobre todos, congelándoles en su sitio.
– ¡Potter! –Gruñó Snape– ¿Acaba usted de golpear a
Malfoy?
Considerando que aún tenía el puño cerrado, Harry
consideró que la respuesta era bastante obvia. Se estremeció al captar la ira
en los ojos de Snape.
–Sí, señor –admitió nerviosamente.
– ¿Por qué?
Harry se sonrojó. Ni muerto iba a repetir lo que había
dicho Draco, y todos los presentes lo sabían, incluyendo a Malfoy. El Slytherin
se incorporó, desafiándole a decir media palabra. Pese a los labios sangrantes,
sonrió burlonamente.
–No puedo dar ningún motivo, señor –Harry habló entre
dientes apretados. Un silencio de muerte siguió a sus palabras y todo el mundo
miró a Snape. El hombre estaba tan inexpresivo como una estatua.
–Detención esta noche, señor Potter –su voz era helada–
Ahora, márchense todos –con estas palabras, se dio la vuelta y desapareció de
nuevo en el aula. Los Slytherins rieron por lo bajo, con los Gryffindor
mirándoles furiosamente.
– ¡Pérdida de puntos y detención! –Se burló Malfoy– No te
preocupes, Potter. Seguro que puedes hacer la detención más llevadera si te
pones a cuatro patas para él.
Harry casi volvió a golpearle. Lo hubiese hecho si Snape
no hubiese resurgido de la puerta, aferrado a Malfoy por la garganta y le
hubiese lanzado contra una de las paredes de piedra del corredor, sosteniéndole
todavía como si fuese una marioneta, con los ojos fulgurantes de ira.
– ¡Señor Malfoy! ¡Si le oigo decir un solo insulto más a
mi compañero vinculado, le arrastraré por todo el campus y le destrozaré con
mis propias manos! ¿¡Lo ha entendido!?
Malfoy se quedó blanco como la tiza, los ojos
desorbitados de terror. Asintió fervorosamente, tratando de hablar pese al puño
de acero que le oprimía la garganta. Satisfecho con la respuesta gimoteante y
entrecortada que había obtenido, Snape le lanzó a un lado, haciendo que el
chico diese de nuevo con sus huesos en el suelo. Los otros Slytherin se habían quedado
muy quietos, con rostros pálidos y miradas de incredulidad fijas en Snape, como
si no le reconociesen. Los Gryffindor parecían igualmente inmóviles, con
expresión maravillada. Snape les lanzó su peor mirada negra.
– ¡Fuera todos, AHORA!
Todos salieron a la carrera, Slytherins en una dirección,
Gryffindors en otra.
Harry había sido arrastrado junto a los otros Gryffindors
por Ron y Hermione. Estaba sin palabras. No podía creer lo ocurrido: Snape
había atacado a Malfoy para defender no ya su vida… sino su honor. Lo que él
había dicho se repetía en su cabeza como un mantra. Mi compañero vinculado.
Quizás Arthur Weasley tenía razón al decir que Snape estaba obligado por el
honor a protegerle.
Harry se encontró en la sala común de los Gryffindor
antes de que pudiese darse cuenta, sin recordar hasta haber puesto el pie en
ella que ya no vivía allí. Los Gryffindors estaban diciendo al resto de
estudiantes lo que acababan de presenciar. Harry supuso que para cuando llegase
la hora de la cena, todo el mundo estaría enterado.
– ¡No puedo creer lo que ha ocurrido! –exclamó Seamus–
¡Oh, Dios mío! ¿¡Visteis la cara de Malfoy!?
– ¡No puedo creer que Snape te haya defendido! –repuso
Neville, mirando a Harry con algo parecido a admiración– ¡Hasta ahora nunca
había defendido a nadie!
Ron parecía tan sin palabras como Harry. En cambio,
Hermione no parecía nada sorprendida.
–Bueno, ¿y qué esperabais? –Les espetó– Por raro que os
parezca, están casados. Cualquier insulto que reciba Harry es un insulto a la
familia Snape. Si quiere mantener su buen nombre, tiene que defender el honor
de Harry. Están ligados ahora.
–Lo sé –repuso Seamus– Sencillamente, ni se me ocurrió
que Snape lo supiese. O que le importase. Nunca parecía preocuparse por nada o
nadie. ¡Y ver al cabeza de Slytherin defendiendo a Gryffindor! –Sacudió la
cabeza– Es increíble.
– ¡Merlín, quién iba a decir que ese bastardo las tenía
así de cuadradas! –Añadió Dean con entusiasmo– ¡Pensé que Malfoy se iba a mear
encima!
–Es raro –asintió Ron– ¿Tenías idea de que iba a hacer
algo así, Harry?
Harry le miró incrédulo.
– ¿Y cómo lo iba a saber? ¡Si me acababa de castigar!
¿Por qué iba a esperar que defendiese mi honor?
–Sí, ¿cuánto más raro puede volverse esto? –Exclamó
Seamus– ¡Te quita puntos, te da detención y luego amenaza con pegarle una
paliza a Malfoy por decir la misma basura que siempre ha dicho!
–Mi vida es un circo de tres pistas –asintió Harry.
– ¿Qué crees que te hará hacer durante la detención?
–preguntó Dean.
Harry miró con sorpresa y furia a su compañero. Una cosa
que había conseguido evitar de todos los Gryffindor, Ravenclaws y Hufflepuffs
era cualquier clase de insinuación sexual. Oír aquello después de lo que Malfoy
había dicho era demasiado. Dean se quedó helado un segundo y luego alzó las
manos, como defendiéndose.
– ¡No pretendía que sonase así! –Masculló– ¡Lo juro! Es
sólo que suena tan raro que tu propio compañero vinculado te dé detención… Eso
difumina demasiado las líneas entre vida privada y pública.
Harry, apaciguado, se reclinó en el asiento.
–Me imagino que no dármela las difuminaría lo mismo –miró
a Hermione– Me imagino que no habrá un libro de reglas al respecto, ¿verdad?
McGonagall insinuó que había ciertas costumbres al respecto, lo cual me sugiere
que el hecho de que haya estudiantes casados ya ha ocurrido en otras ocasiones.
–No es muy común –respondió Hermione– pero sí que ha
pasado, aunque lo habitual son matrimonios entre dos estudiantes, no un
estudiante y un profesor. Ha habido casos, sí, de matrimonios concertados que
eran muy similares, pero no creo que haya un libro de reglas. Tendréis que iros
figurando cómo llevarlo los dos.
–Bueno, no parece que nadie vaya a poder acusar a Snape
de favoritismo –infirió Ron.
–Me consideraré afortunado si apruebo Pociones, al paso
que voy –asintió Harry. De repente le dio un acceso de risa– ¡Esa sí que sería
una primera página interesante! ¡El Chicoquevivió, compañero vinculado del
profesor de Pociones, suspende Pociones!
Hermione bufó con disgusto.
–No creo que suspendas Pociones, Harry –le informó– No
pienso dejarte. Y dudo que Snape te dejara tampoco. Aunque sólo fuera para
evitar semejante titular.
La puerta de la sala común se abrió y McGonagall asomó
por ella.
–Señor Potter, desearía hablar con usted un momento.
–Sí, profesora –respondió Harry, echando un vistazo
curioso a sus amigos. Luego siguió a McGonagall al pasillo, corredor abajo,
hacia su oficina privada en la base de la torre de Gryffindor. Una vez dentro,
le hizo gesto a Harry de que tomase asiento frente a su despacho.
–Harry –empezó a decir– Revisando los informes de hoy, me
he percatado de que no sólo has perdido puntos sino que, además, has recibido
detención. Todo ello el primer día de clase –señaló el indicador que adornaba
una de las paredes, donde los puntos de las casas eran sumados y restados
mágicamente. Harry vio su nombre escrito en letras chillonas en dos sitios.
–Sí, señora –suspiró– Lo siento…
–Harry –le interrumpió ella– No son los puntos o la
detención lo que me preocupa. Muchos otros perderán los mismos durante el año.
Lo que me llama la atención es que en ambas ocasiones, el castigo vino del
profesor Snape.
Harry asintió. No creía que ella pensase que era
demasiado inusual. Nadie quitaba más puntos de Gryffindor que el profesor
Snape. McGonagall suspiró.
–Harry, ¿no se te ha ocurrido la difícil posición en la
que está Severus ahora mismo? Eres su compañero vinculado. Pese a que ambos
estuvieseis obligados a contraer matrimonio, sigue siendo legalmente
vinculante. Cualquier cosa que hagas tú le afecta a él. Y tener que sacarte
puntos o darte detención debe ser terriblemente humillante para él. Me doy perfecta
cuenta de que esta situación es nueva para ti, pero el hecho de tener que
mantener una relación profesional contigo durante las horas de clase recae de
lleno en sus espaldas, puesto que él es la figura de autoridad en esta
situación. Eso no significa que tú no tengas la misma responsabilidad hacia él,
ayudándole a mantener la propiedad y el decoro. No puede permitirse ser acusado
de nepotismo o favoritismo, algo que estoy segura que evitará con su habitual
buen hacer, pero es extremadamente injusto por tu parte empujarle al extremo
contrario.
Harry se sintió enrojecer ante sus palabras. No había ni
pensado lo difícil que debía ser para Snape mantener su relación de profesor
con normalidad. Probablemente fuese mucho más extraño para él estar casado con
un chico de dieciséis de lo que era para sí mismo estar casado con un profesor
de treinta y seis.
–Lo siento, profesora –se disculpó– es sólo que hay
situaciones que se me escapan de las manos –no podía hacer gran cosa contra los
Slytherins determinados a causarle problemas. Tenían años de práctica, y Snape
lo sabía a la perfección.
–Me percato de que habrá otros estudiantes dispuestos a
crear situaciones embarazosas –asintió McGonagall– Sólo sugiero que dé lo mejor
de sí para no dar a Severus motivo alguno de queja. Por el bien de los dos.
–Sí, señora –accedió Harry.
–Y para que no haya ni la más mínima posibilidad de que
se dé una situación impropia, cualquier detención que reciba del profesor Snape
tendrá lugar conmigo –había una leve insinuación de sonrojo en las mejillas de
la mujer, y Harry sospechó que había oído algo sobre lo que Draco dijera. Se
preguntó cómo era posible que la historia se hubiese expandido tan rápido.
– ¿Fue idea suya, señora? –preguntó con curiosidad.
McGonagall sacudió la cabeza.
–No, hablé con Severus hace unos minutos. Fue idea suya.
Parece que le preocupaban ciertos rumores sucios que ha oído.
Harry se sonrojó, sin saber muy bien qué decir en aquella situación.
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